miércoles, 25 de diciembre de 2013

Volando voy, volando vengo



Empieza el día de Navidad. Me llega el email esperado. Puedo hacer mi check-in. Ya no hay marcha atrás.
Mañana me subiré a un avión para volver a viajar, para poner kilómetros en  mi contador, y otro sello en el pasaporte.

El destino esta vez es Sao Paulo, en Brasil, y la excusa es ver de nuevo a mi hermano y a mi Cú. Y compartir con ellos estas fechas, que eso a mí me dice poco, porque me da igual pasar con ellos la Navidad, la Semana Santa o el solsticio de verano.

Más de diez horas en un avión, junto a mi madre, en nuestro primer gran viaje juntas. Con lo cual tendré tiempo de ordenar mi cabeza, mis papeles, mi vida, y aquello que esté desordenado, que no es tanto como pueda parecer.

Dejo en Madrid mi corazón esta vez, cuidadito, a buen recaudo, con quien mejor me lo ha cuidado y me lo cuida. Dejo mi alma, para que el niño juegue con ella. Dejo mis ganas de volver para seguir construyendo ese puente indestructible que decía Benedetti.

Pero estas tres semanas fuera tengo y voy a disfrutar, a llenar mis ojos de nuevos paisajes, mi boca de nuevos sabores, a crecer con el conocimiento de una cultura nueva, y a dejarme mimar por ellos, por la gente de mi gente.

Siempre lo he dicho, lo mejor de viajar es la sensación maravillosa de volver a casa, con anécdotas que contar, vida que rememorar y recuerdos que dejaré fotografiados por mi regalo de Reyes anticipado.

Me marcho, pero volveré, con más ganas que nunca del abrazo, del beso, del te quiero. Volveré porque mi vida sigue aquí. Aunque parte de mi vida esté allí... cosas de los afectos.

Hasta pronto.