Por más que insistas: no me gusta el kiwi.
miércoles, 30 de septiembre de 2020
Kiwi
martes, 29 de septiembre de 2020
Lejos
Tan lejos que cuesta escuchar tu voz. Es solo un susurro, como llegado de una caracola al acercarla al oído.
viernes, 25 de septiembre de 2020
Naturalidad
Con toda la naturalidad posible aceptó su error.
jueves, 24 de septiembre de 2020
Mamá
Mamá, aquella que te pare, y también aquella que no lo hace.
Mamá, la que habiéndolo llevado dentro 9 meses, o
tal vez no, lo siente como lo más importante y da todo por él.
Mamá, la que te enseña a comer, a caminar, a
hablar, a caerte y levantarte siempre. La que te forma como persona, la que te
educa, la que te muestra un camino y te deja aun así que tomes el tuyo propio.
Siempre a tu lado, aunque te equivoques.
Mamá, la que aguanta que estés días sin llamarla
más que para saludar, y que luego reaparezcas en tus momentos de hundimiento, hablándola
a todas horas, llorando cada minuto.
Mamá, la que te prepara tus comidas favoritas,
aunque odie cocinar. Y te hace comida de sobra para que te la lleves a casa
después.
Mamá, la que te regañaba porque hacías algo mal, y
al segundo estaba jugando contigo, porque sabía que lo único que querías era
sentir su calor.
Mamá, la que lucha contra brazo y marea para sacar
adelante sola a un hijo, a cambio de perderse su tiempo con él, sus mejores
momentos, y se los regala a quien le cuida.
Mamá, la que piensa siempre primero en su hijo, y
después en sí misma, solo porque sabe que cuidándose ella podrá seguir dándole
lo mejor.
Mamá, dame la mano, que ahora me toca a mí
cuidarte. Como tantas veces has hecho durante toda mi vida, y sigues haciéndolo
aún. Porque no hay alivio más grande que el abrazo de una madre, ni sonrisa más
perfecta que la que ves en su rostro cuando vuelves a casa.
martes, 22 de septiembre de 2020
Ñiquiñaque
Había veces que su abuela empleaba contra él palabras muy raras. Podrías pensar que eran cosas bonitas, como siempre imaginamos que corresponde a una abuela. Un ser delicado, amable, cariñoso, vulnerable…
lunes, 21 de septiembre de 2020
Ostracismo
Relegado al ostracismo. Ya era algo que se hacía en la antigua Grecia con los ciudadanos peligrosos o sospechosos.
sábado, 19 de septiembre de 2020
Paciencia
Qué sencillo cuando me dices que lo que tengo que tener es más paciencia.
Que me tomo todo demasiado en serio y que me
preocupo por cualquier cosa.
Es verdad, estoy siempre agobiada, estresada, con
los nervios de punta, pero ¿te has parado a pensar en todo lo que hago?
Es fácil pedirme paciencia mientras tú te vas de
casa a trabajar y ya no te preocupas por nada más. “Chica, es que te lo tomas
todo a la tremenda”. Así, con tu chulería, mientras te tomas una cerveza con
tus amigos y yo te cuento por teléfono que nuestros hijos, NUESTROS, me tienen
desquiciada.
Porque no quieren hacer los deberes ni me hacen
caso con nada, y no hacen más que pelearse. Mientras pongo la lavadora, tiendo
la ropa y limpio la casa. Mientras intento preparar la cena y tu comida para
mañana. Mientras busco un hueco solo para ducharme.
“Te falta tener más paciencia, un día te va a dar
algo”.
Me voy a tomar todo con más paciencia, sí. No me
voy a preocupar de los horarios, y si los niños llegan tarde al colegio, pues
que lleguen. Y si no tienes comida lista para el trabajo, pues no la tengas. Si
llegamos tarde al médico, que nos esperen. Si no hay ropa limpia porque no he
puesto la lavadora, pues usamos ropa sucia. Voy a tomarme todo con paciencia,
no voy a ser una paranoica , ni una histérica, ni nada.
Voy a relajarme, a ver películas, a salir con mis
amigas, a ir de compras, a tumbarme a leer, qué maravilla.
Por cierto, al bebé de seis meses dale tú de mamar si eso. Y al nene de 5 años déjale que se duche solo, que ya es mayorcito. Del de 8 años ni hablamos, mejor que se encargue él de hacer las cosas de la casa, mientras yo sigo desarrollando esto de la paciencia.
¡Va a ser tan divertido!
jueves, 17 de septiembre de 2020
Quitapenas
Jamás creyó en ese tipo de cosas. Que si el mal de ojo, o el chinito de la suerte, la pulsera del amor, la ropa roja en Nochevieja, los amuletos.
Eran a su forma de ver patochadas, de ese tipo de
cosas que no sabes si reír o llorar.
Se enfadaba cuando su madre se santiguaba porque
se había caído la sal. O cuando su primo se ponía nervioso porque se les había
cruzado un gato negro.
Y ella jugaba en los restaurantes con el salero,
para asustar a quien quisiera creérselo, porque no le entraba en la cabeza que
gente inteligente creyera en ese tipo de cosas.
Pero de repente las cosas le empezaron a ir mal, y
su tristeza iba en aumento. Y no pasaba un día sin pensar que algo raro estaba
pasando, que no era normal que todas sus bases vitales le estuvieran fallando a
la vez.
No iba a caer en la tentación de pensar que le
habían echado mal de ojo. No se le pasaba por la imaginación siquiera recurrir
a nada parecido, y mucho menos a intentar “sanarse” con métodos
pseudo-religiosos.
O sí… porque cuando tienes todo perdido, ¿qué más
da probar algo en lo que nunca has creído? ¿Qué más puede pasar?
Cogió su caja de recuerdos, aquella en la que
llevaba años y años guardando cualquier cosa que le serviría para no olvidar
aquellos momentos importantes de su vida. O no tan importantes, porque vistos
en perspectiva eran de lo más tontos. Pero así son los recuerdos, traicioneros.
Encontró lo que buscaba. Una pequeña caja de
madera con colores, un recuerdo de un verano especial. Había comprado en un
mercadillo de una ciudad costera varias cajitas para repartir entre su grupo de
amigas.
Abrió la caja y aparecieron los pequeños
muñequitos. No muy bien formados, ni coloreados. Curiosos. Los muñecos
quitapenas.
Los metió debajo de su almohada y recordó la
canción que cantaban todas juntas entonces: “Los muñecos quitapenas quitan las
penas que tengo. Se las cuento muy bajito y me las curan en silencio. Y debajo
de mi almohada duermen siempre mis muñecos y si tengo alguna pena yo sin ella
me despierto”.
Y mientras la cantaba para sí misma fue recordando
esos momentos, esas risas, esos juegos adolescentes. Y vio las caras de todas y
cada una de sus amigas. Y por primera vez en días cambió las lágrimas por
sonrisas.
Porque los muñecos quitapenas en este caso eran
sus recuerdos, de los grandes momentos compartidos, de un pasado de diversión,
amistad y confidencias. Y sabía que todo eso seguía en su vida, y que sus
amigas iban a conseguir de nuevo sacarla de aquel agujero en el que había
caído.
martes, 15 de septiembre de 2020
Rebelde
Siempre le gustó ser el más rebelde. En cualquier lugar donde iba, quería mostrar su personalidad con esa faceta: la rebeldía.
domingo, 13 de septiembre de 2020
La sal
Eres la sal de mi vida, pero hoy sí te lo digo: sal de mi vida.
sábado, 12 de septiembre de 2020
Tiritando
Tiritando se metió en la cama. Se encogió, adoptando la primera postura que adoptamos en nuestra vida, como si estuviera en el vientre de su madre, buscando calor. Tapada con el edredón nórdico, buscaba la calidez, pero sabía que tardaría en llegarle, porque hoy dormía sola.
jueves, 10 de septiembre de 2020
Ultimátum
No podía dejar de llorar. Las lágrimas caían sin parar, desde hacía horas. Había olvidado la razón del por qué lloraba, por qué estaba triste, o incluso si estaba triste.
miércoles, 9 de septiembre de 2020
Verano
Hoy no me ha costado levantarme. Quizá porque sabía que era el último día que iba a ver ese paisaje. La persiana levantada, como durante todas las vacaciones, permitiendo que entre en la habitación la brisa marina. La luz del sol ilumina todo el jardín, y desde la esquina de la terraza puedo ver el mar. Un pequeño pedazo de ese mar que es tan inmenso.
martes, 8 de septiembre de 2020
lunes, 7 de septiembre de 2020
Xilófono
El niño no dejaba de golpearlo, haciendo ruidos
que al principio eran divertidos, pero llegado un momento se convertían en
desagradables.
“¿Cómo era? No me acuerdo, me voy a volver loca”,
pensaba la madre.
Con las manos, con otros juguetes, de un color a
otro, sus deditos eran el instrumento infernal, pero la verdad es que él estaba
disfrutando.
Sonreía, incluso había soltado alguna carcajada.
“Me gustaría tanto saber cómo se llama. Lo tengo
en la punta de la lengua, pero no hay manera”.
En un descuido el nene lo cogió con sus dos
manitas, tan rechonchas, tan infantiles, tan preciosas, y lo lanzó al suelo con
toda la fuerza que puede tener un bebé. El cacharro se partió en pedazos, un
color, otro, el sonido fue estruendoso. Pero por fin se había acabado. “¡Bien!”
La sonrisa de ella se enfrentaba ahora al llanto
del niño, desconsolado por haber roto su juguete favorito de esos minutos.
“¡Ya lo tengo! ¡Xilófono! Eso es lo que tengo que recordar
a los abuelos que no vuelvan a comprarle en la vida”.
domingo, 6 de septiembre de 2020
Yo
Yo soy la única persona con la que tendré que pasar el resto de mi vida.
sábado, 5 de septiembre de 2020
Zigzag
El sol entraba filtrado entre las persianas del dormitorio.