jueves, 10 de septiembre de 2020

Ultimátum

No podía dejar de llorar. Las lágrimas caían sin parar, desde hacía horas. Había olvidado la razón del por qué lloraba, por qué estaba triste, o incluso si estaba triste.


Solo sabía que se había despertado con esa extraña sensación, como si tuviera dentro de sí una canción melancólica, de esas que hipotéticamente escucharías el día que tu pareja te dejara, para sentirte peor aún de lo que ya estarías en ese momento.

Y mientras preparaba el desayuno empezaron a caer las primeras lágrimas. Y al ducharse el agua se había confundido con la cascada de sus ojos. Porque ya no era un pequeño llanto, ya era un río entero desbordando.

De camino al trabajo había podido disimular un poco gracias a la mascarilla, pero ahora seguía y seguía y no había forma de detener los lloros.

Le gustaría poder decir que lloraba porque le había pasado algo, pero no. No había una razón, solo esa estúpida sensación que quería eliminar y no sabía cómo.

¿No sería maravilloso en días así plantearle a tu cuerpo una tregua?

O mejor aún: un ultimátum. O dejas de llorar o paro de respirar, a ver quién es más fuerte. Y las lágrimas pararon; porque con ese sencillo pensamiento se dio cuenta de que no había razón alguna para seguir inundando de pena su corazón. Y paró, porque a tu propia mente a veces es necesario ofrecerle un ultimátum: hasta aquí hemos llegado, tristeza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario