viernes, 29 de marzo de 2013

La soledad



Me gustaba quedarme sola cuando era pequeña (o no tan pequeña). Sentir que mi casa era mi espacio. Y llenarlo de desorden, de ruptura de horarios, de música y de mí.

Con los años me encantaba también llenarlo de gente, no mucha de golpe, en pequeños sorbos, amigos que se sentaban a compartir mi rutina. Mi espacio, que no era mío del todo, pero que durante esos días me invadía.

Después viví sola de verdad. En otra ciudad. Despertar sola, comer sola, cenar sola, ver la tele sola, dormir sola. No fue mucho tiempo, pero sin duda fue una época maravillosa. Cumplí así el sueño desde pequeña: mi independencia, mi espacio, mi casa, mi lugar en el mundo.

Ahora ya nada es igual. Ya no tengo ese espacio personal. No tengo ese rincón de independencia. Mi habitación no es muy mía. Las fotos muy nuevas, los recuerdos muy recientes. No siento que tenga ese lugar en el mundo. Me quedo sola y ya no lo disfruto igual. Porque los años te enseñan que la soledad no es tan perfecta como la habías dibujado, y que necesitas a gente para disfrutar de todo eso.

Sé que algún día volveré a tener mi pequeño refugio. No me quejo, por una vez, tengo mucha suerte.

Pero sí me pregunto dónde quedó aquella niña que se emocionaba cuando se quedaba sola el fin de semana en casa. ¿En qué momento me entró el miedo a la soledad?

miércoles, 27 de marzo de 2013

Divagando

Qué poco se necesita para ser feliz.
Y qué poco para darte cuenta de quienes estarán al lado para compartir esos momentos.
La felicidad, antagonista de la tristeza, protagonista de la vida, objetivo para seguir.
Surcando los mares, subiendo a las nubes, persiguiendo mi sonrisa.
La atrapé un día, al lado de la tuya. No pienso dejar que se escape, aunque las cosas se tuerzan.
Siempre.

viernes, 15 de marzo de 2013

Nadie dijo que fuera fácil



Piensas que tendrías que estar en otro sitio, pero las circunstancias no han sido las propicias.

Y además de ese sitio se te ocurre otro en el que tampoco estarías mal del todo.

Incluso aparece un tercero, en el que no estarías bien, pero donde tendrías que estar.

En ninguno de esos lugares lo importante es el sitio sino las personas que en ellos están.

Porque nos guste o no somos seres sociales, y en ese microcosmos que creamos llamado "propia vida" la gente entra y sale, pocos se quedan y menos aún son los que se interesan en el contenido y no en la forma.

Estos días me dan para pensar mucho. Pensar en las ausencias, y pensar en los que se irán. Pienso también por supuesto en los que están, y en los que dicen estar y hace tiempo que se fueron, sin un adiós, ni un portazo, ni una mala palabra, simplemente que ves que ya no están a tu lado. Que olvidan indagar en tus silencios, o no olvidan sino que directamente pasan de hacerlo. Y no entienden que las personas a veces no sabemos pedir ayudar, porque quizás cuando lo hemos hecho no hemos recibido la respuesta esperada.

Ayer y hoy echo de menos un "enhorabuena". Un "cómo te sientes por...?"
Pero al final me voy volviendo una estoica, y aguanto el tirón. Antes dolía, ahora lo sigue haciendo pero menos.

Y de repente mi pensamiento se va a lo importante. A lo fácil que es verte arriba y segundos después sentir el sabor del suelo en tu boca. Lucho sin parar, lucho cada día, y mi pensamiento positivo gana a la desidia, al dolor, a la tristeza. Me vuelco en la esperanza, en las ganas de sentir y de pelear. Y a veces hay recompensa, pero de repente, zas!

Tienes que volver a levantarte. A tomar aire de nuevo, llenar los pulmones, con un aire cada vez más contaminado, eso sí, y aspirar con fuerza, y sentir que volveré arriba. Aun sabiendo que después llegará una nueva caída.

Entonces en mi reflexión comprendo que la vida es esto. Que nadie dijo que fuera fácil, y por ello hay que intentar hacer de cada día un momento especial. Rodearte de verdad, de cariño y de amor. Llenarte de alegría y positivismo y despreciar la falsedad y las buenas palabras. Reclamar esos gestos, exigir en cierto modo que se cumpla con el título adoptado. Y ser feliz. Escuchar música, correr, gritar. saltar, besar, abrazar, mirar, oír, leer, viajar, tocar, comer, dormir. Apreciar los silencios tanto como las palabras.

Y pararte en algún momento a escuchar el corazón de la persona a la que quieres. Y si ese látido se acelera... entonces es que las cosas se están haciendo bien.

Nadie dijo que fuera fácil, y es que ni las personas ni las cosas fáciles nunca me gustaron demasiado.

sábado, 9 de marzo de 2013

Como pez en el agua

Hoy recupero algo del año 2007. 

Es un artículo en el blog de una amiga de las buenas, de mi Niña Carol, que hoy cumple años. Y que merece como regalo un recuerdo, porque como ella dice (y me acaba de decir), los recuerdos siempre son el mejor regalo. 

En ese blog ella me invitaba a escribir y yo dejaba ahí mis ideas. Una vez más. 

Encontrarlo hoy, 6 años y pico después me ha traído una sonrisa. Y mucha nostalgia, porque nos vamos haciendo viejos, jaja. Aunque eso es bonito. 

Espero que os guste. No es mucho, o sí, o yo qué sé. Pero soy yo, en estado puro.

http://como-pez-en-el-agua.blogspot.com.es/2007/01/invitas.html

14 ENERO 2007

La invitada


Me hace especial ilusión poder empezar este año con la idea de presentar aquí algo de lo que me enorgullezco y disfruto tanto: est@sinvitad@s que no son otros que los que nadan a mi lado.

No podía ser nadie más que ella quién inaugurase este espacio, porque me encontró escondida en una frase y en sus palabras yo encontré a una persona maravillosa que tengo el gustazo de acercaros hasta aquí. Bienvenida siempre Di.


"Una noche cualquiera, mientras veía las lágrimas de mi madre caer por su mejilla, repleto su corazón de angustia y preocupación por la tardía aparición de mi hermano, se me ocurrió –inocente infancia- prometerle que yo no le haría sufrir tanto, que jamás viajaría, que no me iría lejos de su lado.

Primer y grave error. La niña no sólo le dio por viajar siempre que podía (mucho más que su hermano), sino que encima decidió irse a vivir a otra ciudad, por si no era suficiente.

Y es que parece que las promesas no se me dan bien.

Porque años después, y de nuevo a mi madre –triste esa vez por la muerte de una famosa periodista radiofónica a la que escuchaba tarde tras tarde- le prometí que yo algún día ocuparía su lugar en la radio, y haría un programa diario que le dedicaría a ella (a mi madre, claro).

La incipiente periodista (aunque ni siquiera había empezado aún la carrera) parecía que acomodaba su vida a esa profesión, y por un momento hasta yo soñé que quizás podría por fin cumplir dicha promesa. No lo hice, y ese tren pasó hace ya mucho. La radio no es mi mundo, aunque fue mi universo incluso.

Y sigo: a mi padre, muchas veces, le prometí que escribiría un libro algún día. Él, con ese orgullo paterno que los que aún no somos padres no podemos comprender, se emocionaba, y me animaba día a día a cumplir aquello, que no sólo era una promesa, sino sobre todo un sueño. Sí, habéis acertado, también le fallé. Ese libro está a medio empezar. Tiene tres páginas, y una idea muy clara, pero al morir mi padre creo que también murieron las ganas de escribir para él. Es difícil de explicar, muy contradictorio. Me quedo esta parte de incomprensión para mí misma.

A muchos amigos les prometí estar siempre a su lado, no dejarles ni a sol ni a sombra, no olvidarles, acompañarles en este camino de la vida. Y creo que ahí tampoco he cumplido mi promesa.

Por eso, en vista de que estoy especializándome en romper promesas, a ti, Niña Carol, no quería fallarte de nuevo. Sólo por ser tan increíblemente especial, tan imprescindible para que yo siga adelante. Gracias por pensar en mí, gracias por enseñarme unas cuantas cosas con tu lucha. Gracias por hacerme sentir Como Pez en el Agua.

Prometo no prometer, y así no romperé tantos corazones… ¿o esto también es una promesa?"

domingo, 3 de marzo de 2013

Con ironía

Sí. Todos somos el centro del universo. No lo olvidéis. No os preocupéis de nadie más. Vosotros, solo vosotros.

No preguntéis a vuestro amigo cómo se encuentra, ni desconfiéis de la respuesta más habitual "bien".

Creed todo, confiad en sus palabras sin mirarle a los ojos, vaya a ser que nos desviemos de lo importante: yo, yo, yo.

No leáis con atención, no escuchéis con interés, no miréis con profundidad.

Vamos a quedarnos en la superficie. La felicidad está ahí.


viernes, 1 de marzo de 2013

La interpretación de los silencios

¿Nos paramos a pensar la cantidad de veces que los silencios tienen presencia en nuestro día a día?
Que un silencio dice mucho es algo que todos sabemos, que todos repetimos, pero... ¿lo interpretamos todos igual?
¿Acaso hay un manual que señale lo que significa tal o cual silencio?
Pues eso es lo que pasa entonces, que tendemos a darle una interpretación, y en muchos casos errónea.

No hace aún ni tres meses que se fue mi hermano a Brasil. Ya bastante más que se fue mi Cú. Y mi silencio ante ellos va creciendo. Y no lo hace porque me acostumbre a su ausencia, porque ya haya aprendido a vivir sin ellos y lo tenga asumido. Más bien al contrario, mi silencio lo provoca el hecho de no querer mostrar mi debilidad ante su falta.

Lejos de haberme hecho a la idea de su lejanía cada día les echo más de menos. Necesito sus palabras, sus gestos, sus sonrisas, sus abrazos. Y sé que falta menos para llegar, pero la impaciencia me puede.

Así que no es un silencio valorativo, ni un silencio positivo, es un silencio por mi parte para esconder la debilidad.

Ya, sé que leerán esto y habré descubierto mi "secreto", pero imagino que ya lo sospechan, y lo que no quiero es que piensen que no quiero hablar con ellos cuando es todo lo contrario.

Hay ausencias que duelen, aunque la vida les ofrezca ahora una parte más positiva. Y por eso estoy feliz por ellos. Eso no lo puedo negar. Y más ahora que está cada vez más cerca un cambio tan importante para todos. Son mi familia, son mis amigos, son mi vida. Y los quiero ver ya, os quiero tanto...