viernes, 29 de marzo de 2013

La soledad



Me gustaba quedarme sola cuando era pequeña (o no tan pequeña). Sentir que mi casa era mi espacio. Y llenarlo de desorden, de ruptura de horarios, de música y de mí.

Con los años me encantaba también llenarlo de gente, no mucha de golpe, en pequeños sorbos, amigos que se sentaban a compartir mi rutina. Mi espacio, que no era mío del todo, pero que durante esos días me invadía.

Después viví sola de verdad. En otra ciudad. Despertar sola, comer sola, cenar sola, ver la tele sola, dormir sola. No fue mucho tiempo, pero sin duda fue una época maravillosa. Cumplí así el sueño desde pequeña: mi independencia, mi espacio, mi casa, mi lugar en el mundo.

Ahora ya nada es igual. Ya no tengo ese espacio personal. No tengo ese rincón de independencia. Mi habitación no es muy mía. Las fotos muy nuevas, los recuerdos muy recientes. No siento que tenga ese lugar en el mundo. Me quedo sola y ya no lo disfruto igual. Porque los años te enseñan que la soledad no es tan perfecta como la habías dibujado, y que necesitas a gente para disfrutar de todo eso.

Sé que algún día volveré a tener mi pequeño refugio. No me quejo, por una vez, tengo mucha suerte.

Pero sí me pregunto dónde quedó aquella niña que se emocionaba cuando se quedaba sola el fin de semana en casa. ¿En qué momento me entró el miedo a la soledad?

1 comentario:

  1. La soledad, esa compañera... Me identifico bastante con esta entrada porque en esta etapa de mi vida estoy pasando más tiempo solo del que nunca jamás había pasado en mi vida, que viene a ser más o menos la mitad de horas que tienen la mayor parte de los días, si bien mi situación es radicalmente diferente a la tuya. El caso es que, con matices y circunstancias en algunos momentos, estoy bastante acomodado a esa soledad.

    Todo es transitorio. El miedo a la soledad es hasta cierto punto comprensible, pero gente tienes, estoy seguro.

    Un abrazo.

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