miércoles, 28 de octubre de 2020

Adiós

Cuesta mucho decirlo, pero ha llegado la hora.


Son solo cinco letras, pero el solo hecho de pensarlas encoge el corazón a cualquiera.

Decir adiós, sin saber si será por un tiempo o quizá para siempre.

Dudando, salir o no por esa puerta, cerrarla y tal vez nunca regresar. O a lo mejor volver al poco tiempo.

Pero de momento llega ese triste momento de decir adiós. De armarse de valor, respirar profundo, cerrar los ojos, y no echar la vista al pasado.

Coger fuerzas y decir bien alto: “Adiós”. E irte, con la cabeza bien alta, el corazón destrozado, las lágrimas en los ojos y la sonrisa en la boca.

Pura incoherencia, total sentimiento. El adiós como única solución, porque siempre tiene que haber un adiós, y lo bonito es pensar que pronto habrá de nuevo un hola, en el cual llenaremos de nuevo el alma de ilusión, la cara de sonrisas y la vida de alegría.

Hoy es el adiós, hoy digo adiós. Ha sido todo tan bonito. Será todo tan bonito.

Es la vida: hola y adiós, amor y odio, siempre y nunca, tú y yo.

lunes, 26 de octubre de 2020

El balcón

Estaba harto de escuchar las conversaciones de sus compañeros de piso.


Esta vez se había equivocado de pleno al elegirles, tan distintos, tan modernos, tan guays, tan inaguantables.

Había encontrado su refugio en su pequeño balcón, donde solo podía sentarse de lado, ya que era minúsculo. Rodeado de plantas resecas (porque nadie se encargaba de regarlas), con un estruendo importante (cosas de vivir en el centro de la ciudad), se sentaba en la pequeña banqueta y se fumaba un cigarro mirando a la calle.

Esta vez le llamó la atención el balcón de enfrente. Con un elefante simpático dibujado en la ventana. Sus colores, su simpatía, le hicieron sonreír tímidamente.

Al día siguiente, de nuevo en su pequeño espacio, se fijó en ese balcón. Pero esta vez estaba ocupado.

Otro chico, más o menos de su misma edad, moreno, despeinado, vestido con un pijama de unicornios, con gafas, se fumaba también un cigarro.

Sus miradas se cruzaron y ambos sonrieron. Ningún gesto más, ni una sola palabra, solo esa sonrisa y una mirada amable.

Así día a día se fueron acostumbrando a encontrarse mientras se fumaban su cigarrillo –maldito/bendito vicio-. Se miraban, sonreían y seguían a lo suyo. Aunque cada vez las miradas eran más largas, jamás se le pasó por la cabeza dedicar una palabra.

Le divertían los diferentes pijamas que el chico llevaba: aparte del de unicornio una gran variedad de animalitos, desde monos hasta osos panda, pasando por jirafas o pingüinos. También toda la colección de Star Wars, y un excéntrico pijama arcoíris.

Nunca se cruzaron nada más que esas miradas, en días soleados o lluviosos, en noches frías o calurosas, solo se miraban y sonreían. Y cada uno volvía a su mundo, pero con una pequeña ilusión: la de volverse a reencontrar cada día en su balcón.

miércoles, 21 de octubre de 2020

¿Cuándo?

¿Cuándo volverás a llamarme?


Echo de menos hablar contigo, casi a diario, como cuando éramos jóvenes e iniciábamos nuestro camino en este mundo moderno.

Qué mayores nos creíamos. Cuantas veces salvamos el universo con nuestras charlas profundas.

Pasaban las horas volando, entre conversaciones absurdas, coca-colas y patatas. La música siempre puesta de fondo, y “Ojalá” como nuestro himno generacional.

Nos creíamos tan diferentes… Pensábamos que con nuestros actos íbamos a cambiarlo todo. Que teníamos la solución a todos los problemas, porque éramos más listas que nadie.

Y si nos cansábamos de charlar nos íbamos a tomar una copa, o dos, o ninguna. Solo a pasear por pasear, para llenarnos de ciudad, de nuestra ciudad que tan increíble nos parecía, llena de posibilidades y vida.

¿Cuándo volveremos a vernos?

A sentir ese abrazo que te llena el alma como ningún otro. Porque es el abrazo de la amistad más pura y sincera.

¿Cuándo romperemos la distancia? Quemando los kilómetros que nos separan en un coche desvencijado, al ritmo de nuestras canciones y nuestras risas.

¿Cuándo entenderemos que la vida pasa, se está pasando, y que todo esto solo son excusas? Y que si quisiéramos vernos ya lo estaríamos haciendo, y no estaría pensando en el cuándo.

Cuando aceptemos que el pasado quedó enterrado en nuestra memoria, entonces quizá tendremos un hueco nuevo para crear un futuro.

domingo, 18 de octubre de 2020

Dormida

No podía casi abrir los ojos. Le pesaban tanto que era un esfuerzo sobrehumano. Había llorado durante toda la noche, y ahora solo pensar en empezar el día parecía imposible.


Lloró con enorme tristeza, hasta con dolor. Cada lágrima le quemaba la cara, de forma imaginaria, pero así se había sentido ella. Perdida, hundida, humillada, la más absoluta nada.

Quería abrir los ojos, y al hacerlo ver de nuevo el sol que cada día salía, dándole la oportunidad de empezar otra vez.

Todos los días empezando, todos los días como si fueran el único día de su vida. Porque ya todo había acabado, pero esta vez, aunque hubiera lágrimas, había felicidad.

Lloró toda la noche de rabia, lloró de impotencia, lloró por la injusticia, lloró por ella y por todas las demás.

Lloró sabiendo que no volvería a llorar más por lo mismo, porque había estado dormida durante años, oculta bajo los golpes de su “odiante”, porque nunca un amante puede odiar tanto a una mujer como para golpearla.

Lloró hasta el amanecer, y con los primeros rayos de sol despertó a una nueva vida. Había estado dormida mucho tiempo, hoy era el día de renacer.

Hoy empieza una nueva vida, sin dolor. Con amor propio.

miércoles, 14 de octubre de 2020

Equi-vocación

Toda la vida soñando con dedicarse a lo que ahora hacía.

Jugaba con las muñecas y ya interpretaba el papel de lo que quería ser, de lo que quería vivir.

Tenía charlas con ellas, en las que su profesión estaba clara, aunque ella era tan pequeña que parecía imposible que supiera siquiera lo que decía.

Pero fue creciendo y su vocación con ella. Siguió cada día más dispuesta a dedicarse a lo que había decidido. Y estudió para ello. Y sacrificó mucho tiempo y diversión por hacer esas prácticas tan increíbles.

Poquito a poco, gracias a su esfuerzo y a su saber estar consiguió lo que siempre había soñado. Tan joven y ya pisando los escenarios de sus sueños. Todo iba rodado, o así parecía a priori.

Pero siempre se dice que lo malo de los sueños es que cuando se cumplen te das cuenta de que no eran para tanto. Y eso es lo que en realidad estaba pasando.

Toda su infancia, toda su adolescencia, luchando por alcanzar un sueño, y cuando ya formaba parte de él descubrió que nada es tan bonito como nos lo pintan.

Y empezó a ver las malas caras, las puñaladas traperas, la gente capaz de pisar a cualquiera por conseguir un hueco. No hay amigos en los sueños. Todos quieren ser el protagonista, y los hay con más coraje, con más sensibilidad y con más o menos moral.

Ella era fiel a sus principios. Y aunque toda la vida soñó con ello decidió que no era su sitio. Que lo había tenido, lo había vivido, lo había disfrutado, pero que ya era hora de reconocer que fue una gran equi-vocación.

lunes, 12 de octubre de 2020

Felicidad

El error del ser humano es buscar la felicidad a gran escala.


Me hace feliz levantarme y ver el sol. Quedarme más tiempo de lo normal en la cama. Desayunar a horas tardías, cuando de verdad tengo hambre. Y desayunar en vacaciones. Ducharme cuando la presión del agua es fuerte. Leer un libro de esos que enganchan desde el principio. Escribir notas en mi agenda. Y ponerles el tick si he hecho lo que tenía que hacer. Conducir. Viajar. Probar comidas nuevas. Repetir comidas que me entusiasman. La comida de mi madre. La tortilla de patatas de quien de verdad sabe hacerla.

Llegar a una ciudad nueva y descubrirla poco a poco. Tomarme una cerveza con amigos, y el vermú en la playa, antes de comer. Los chupitos de piruleta. Combinar el sol y la sombra en la piscina. Escuchar música a todo volumen.

Cantar y bailar con ellos. Los abrazos. Los besos. Sus sonrisas. Y la mía. Agarrar de la mano a mi madre. Enseñar a quien no sabe. Ver crecer el aguacate. Imprimir fotografías. Sus buenos días. Sus buenas noches. Las horas gemelas. Las pareidolias. La pizza. El gol. La canasta. Y Nadal.

Los reencuentros. Los “te echo de menos”. Un “te quiero”.

Caminar sin rumbo fijo. Escuchar el carrusel deportivo. Recordar que fui muy grande. Y saber que lo seguiré siendo.

La felicidad tiene tantas formas de ser que no puede ser solo una cosa.

viernes, 9 de octubre de 2020

Guapa

 Mira que eres guapa. Sí, tú, y tú también.


Lo que enseña el espejo es una belleza total. No lo dudes. Guapa hasta decir basta.

De arriba a abajo, una belleza integral, para todos los sentidos.

No te conformes solo con sentirte guapa por dentro, que eso ya lo sabías tú de siempre. No, no. Es que además eres preciosa por fuera.

Qué manía con decir: “es tan guapa por fuera como por dentro”.

Pues claro, no conozco a nadie que sea feo por dentro y que por fuera sea también guapo. No existe, porque esa fealdad interior se desprende en cuanto tienes el mínimo contacto cercano con esa persona.

Y además, ¿hay cosa más subjetiva que la belleza?

¿No nos parece, desde pequeños, que nuestros padres son los más guapos del mundo? ¿O nuestros hijos? ¿Alguno de vuestros hijos es feo? Claro que no. Porque el amor nos hace ver a las personas que queremos como personas guapísimas.

Por eso, mírate al espejo y admira tu propia belleza, porque ese será el signo inequívoco de que te estás empezando a querer a ti misma.

¡Guapa, más que guapa! No hay nadie como tú.

martes, 6 de octubre de 2020

Hoy

Hoy me he mirado al espejo nada más levantarme.

Lo señalo porque es algo excepcional. No suelo hacerlo muy a menudo, a no ser que esté buscando algo en mi cara.

Me miro cuando me lavo los dientes, o cuando me peino, o al darme una crema. Pero no me suelo prestar atención.

Sin embargo, hoy me he mirado al espejo.

Y me he visto: mayor, más mayor de como yo pensaba que era.

Pero no por las arrugas que lógicamente van apareciendo. Ni siquiera por el aspecto de mi cara. O por los ojos más apagados.

Me he visto mayor porque de repente la imagen que me devolvía el espejo era la de una señora anciana, a la que yo no creo haber visto nunca.

Tenía el pelo blanco entero, no unas escasas canas que pueden aparecer.

Y lo de las arrugas… no eran unas pocas, era una por todos lados, que se movía sinuosa como una carretera de montaña.

Los ojos más cerrados, como si les costara abrirse.

Me he mirado las manos: ajadas, desgastadas, arrugadas. Esas manos de abuela que nos llenan de ternura si son ajenas, pero que todos parecemos querer evitar, luchando contra los años.

Me he sentido cansada, y algo melancólica. Triste incluso, y una pequeña lágrima se ha deslizado por mi cara, o por la suya.

Porque, ¿quién es esa señora?

Y viendo mi estupefacción la señora me ha sonreído con delicadeza, y me ha dicho, en una voz suave: “se nos ha pasado la vida. Y no te has dado cuenta de la cantidad de días que has dejado escapar, pensando en lo que sería el futuro, soñando en lo que harías. La vida se escapa como el agua entre los dedos de las manos, que por mucho que intentes sujetarla siempre se cuela.

Ahora ya somos mayores, y ni siquiera te has dado cuenta de todo lo que has pasado, de lo que has vivido, de lo que has dejado por vivir.

Solo te lanzo una pregunta: ¿vas a morir feliz?”

lunes, 5 de octubre de 2020

Invierno

Qué poco me gusta cuando empieza a apagarse el otoño y asoma el invierno. El crudo invierno. Mi mente asocia el invierno a una imagen blanca, a un tacto helado, a un olor a estufa. Podría asociarlo a la Navidad, a los villancicos, a la alegría de esas fechas.

Pero es que el invierno también es febrero.

Tengo frío, las manos heladas hasta tal punto que me duelen las puntas de los dedos al escribir. Si respiro fuerte sale vaho por mi boca.

Los pies están gélidos. No los siento. Tengo frío, mucho frío.

Maldito invierno. Y dicen en las noticias que ahora viene lo peor.

Que van a bajar las temperaturas hasta mínimos históricos.

A mí ya todo me da igual. Desde que me dijiste que lo nuestro se había acabado, también se acabó el sufrimiento en mí. Nada me duele, nada me preocupa, nada me alegra, nada me afecta.

No puedo tener más frío ya, porque aquel día se me congeló el corazón.

viernes, 2 de octubre de 2020

Juntos

¿Recuerdas cuando soñábamos con pasar cada fin de semana juntos?


Esos días en que el plan era igual de bueno si nos tirábamos horas debajo de la manta viendo películas, o si nos íbamos todo el fin de semana de fiesta.

Despertar a tu lado sabiendo que no había prisas, horarios, obligaciones, era la máxima felicidad. Desayunábamos… o no.

Salíamos a tomar el aperitivo a la hora de la comida, y comíamos a la hora de la merienda. Siempre teníamos hambre, siempre queríamos más, siempre había hueco para la diversión. Ganas de comernos el mundo.

Todo era divertido, las risas eran el único lenguaje que conocíamos, risas que provocaban agujetas, que nos hacían creernos los reyes del mundo.

Fuimos los mejores, fuimos los más felices, vivíamos en una nube constante.

Juntos éramos todo.

Y me encanta saber que, pese a que la edad nos ha cambiado, seguimos juntos y seguimos volando en nuestro cielo perfecto, cambiando esa juventud con algunas canas y arrugas, necesitando más tiempo para recuperarnos tras una noche loca, y comiéndonos el mundo con más calma. Cosas de la edad.

Pero juntos, y así seguimos siendo todo. Seguimos siendo los mejores, los más felices y los habitantes de la nube. Porque te prometí un “para siempre”, y cada día es el único día de nuestras vidas. Un día feliz, otro día juntos tú y yo.