domingo, 18 de octubre de 2020

Dormida

No podía casi abrir los ojos. Le pesaban tanto que era un esfuerzo sobrehumano. Había llorado durante toda la noche, y ahora solo pensar en empezar el día parecía imposible.


Lloró con enorme tristeza, hasta con dolor. Cada lágrima le quemaba la cara, de forma imaginaria, pero así se había sentido ella. Perdida, hundida, humillada, la más absoluta nada.

Quería abrir los ojos, y al hacerlo ver de nuevo el sol que cada día salía, dándole la oportunidad de empezar otra vez.

Todos los días empezando, todos los días como si fueran el único día de su vida. Porque ya todo había acabado, pero esta vez, aunque hubiera lágrimas, había felicidad.

Lloró toda la noche de rabia, lloró de impotencia, lloró por la injusticia, lloró por ella y por todas las demás.

Lloró sabiendo que no volvería a llorar más por lo mismo, porque había estado dormida durante años, oculta bajo los golpes de su “odiante”, porque nunca un amante puede odiar tanto a una mujer como para golpearla.

Lloró hasta el amanecer, y con los primeros rayos de sol despertó a una nueva vida. Había estado dormida mucho tiempo, hoy era el día de renacer.

Hoy empieza una nueva vida, sin dolor. Con amor propio.

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