Cuesta mucho decirlo, pero ha llegado la hora.
Son solo cinco letras, pero el solo hecho de pensarlas encoge el corazón a cualquiera.
Decir adiós, sin saber si será por un tiempo o quizá para siempre.
Dudando, salir o no por esa puerta, cerrarla y tal vez nunca regresar. O a lo mejor volver al poco tiempo.
Pero de momento llega ese triste momento de decir adiós. De armarse de valor, respirar profundo, cerrar los ojos, y no echar la vista al pasado.
Coger fuerzas y decir bien alto: “Adiós”. E irte, con la cabeza bien alta, el corazón destrozado, las lágrimas en los ojos y la sonrisa en la boca.
Pura incoherencia, total sentimiento. El adiós como única solución, porque siempre tiene que haber un adiós, y lo bonito es pensar que pronto habrá de nuevo un hola, en el cual llenaremos de nuevo el alma de ilusión, la cara de sonrisas y la vida de alegría.
Hoy es el adiós, hoy digo adiós. Ha sido todo tan bonito. Será todo tan bonito.
Es la vida: hola y adiós, amor y odio, siempre y nunca, tú y yo.
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