sábado, 25 de agosto de 2012

Mis imposibles


Da igual donde lleve tu vela
si tú nivelas tus sentimientos.
Equilibrio entre flores y espinas
y a la basura comidas podridas.

Coge aire, coge carrerilla.
La vida acelera. Mírala pasar.

Gira que gira, gira gira la vida.
Gira gira gira, y a veces se tuerce.





Y gira la vida. Hay que luchar por .la vida, no dejarse arrastrar. Es lo único que nos queda al final, lo vivido, no lo soñado.

El mundo está lleno de gente cobarde. De gente que no arriesga, que no arriesgamos, de gente que se queda esperando a que haya un cambio de rumbo espontáneo. Porque buscarlo supone un esfuerzo, un atrevimiento, una duda.  

Hay imposibles, hay cosas que parece que no pueden pasar, que jamás dejarás que superen la barrera que hay en la cabeza. Pero, ¿por qué poner más trabas a lo que ya parece difícil? Nos limitamos. Si todo está lleno de límites, ¿por qué no intentar saltárselos de vez en cuando? Perder el control, dejar atrás los miedos, las dudas, rebasar el límite de velocidad, cerrar los ojos y guiarte por tus impulsos.

Si te caes, si tropiezas, si tienes pánico al daño, ¿no habrá alguien que te ayudará a levantarte? Entonces, ¿no merece la pena intentar vivirlo? ¿No son las pequeñas locuras las que mueven el mundo?

Ya no creo en los imposibles. Mis imposibles se transforman, son imposibles aún y lo serán siempre. Pero porque será imposible olvidarlos, no vivirlos, no sentirlos.

¿Y tú? ¿Te animas a hacer de los imposibles un imposible no vivirlo?


                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                       

miércoles, 15 de agosto de 2012

Las razones para respirar



Es todo tan relativo. La vida en sí es tan relativa. Los sentimientos lo son, las personas, las ideas.
Todo es relativo.

En mi eterna manía de echar la vista atrás hoy hago lo mismo. Cierro los ojos y pienso en tal día como hoy hace un año. Estaba en Denia. Estaba con mi madre, con mi hermano, con mi Cú. Estaba en mi pequeño paraíso, aunque entonces era mi pequeña prisión. Un lugar maravilloso que afortunadamente no se tiñó de triste por lo allí vivido.

Hace un año no tenía ganas de nada. No quería levantarme, no tenía fuerzas para luchar. Por no haber no habían ni lágrimas (bueno, estas parece que tampoco existen ahora. Se evaporaron en un universo paralelo).

Estaba, sí, persiguiendo mi sonrisa. Buscando alguna razón para colorear mi futuro. Cualquier excusa para creer que aún me esperaba algo interesante en mi futuro, aunque este fuera lejano.

Recuerdo que hubo una idea que sí anidó en mí desde el principio. "Tengo 34 años. Si la vida se porta bien conmigo me queda al menos lo mismo que he vivido hasta ahora. Y eso es mucho. Porque he sido muy feliz".

Y tenía que seguir luchando por serlo. Y he luchado. Y sigo luchando. Porque la vida no se supera nunca, es más fuerte que nosotros. Siempre nos ganará y nos manejará. Lo que nos queda es levantarnos tantas veces como haga falta. Y sonreír a diario.

Buscaba una razón para respirar. Y encontré muchas. Vi que mi familia cercana (mi FAMILIA), estaba siempre a mi lado. Hiciera lo que hiciera, aunque fuera en contra de lo que ellos pensaban que sería bueno para mí. Encontré que mis amigos lo eran de verdad (los que lo eran. Otros quedaron por el camino, y bien están en ese camino si no han sido capaces de darse cuenta de lo que sucedió). Conocí gente nueva, imprescindible a día de hoy, de las que me llevaría a mi isla desierta sin dudarlo, de las que necesitas para seguir avanzando, porque el primer paso lo di gracias a ellas. Encontré la ilusión en mis ahijadas, la ya nacida Blanca y la que viene en breve, Aitana. Recuperé las ganas por viajar. Recuperé las ganas por acercarme a los que nunca se fueron. Recuperé las ganas de borrar de mi lado a quienes decidieron reprocharme mi silencio sin preguntar jamás los motivos de él. Recuperé la ilusión por el futuro, al que ya miro de frente, sin ese miedo que tenía, que me atenazaba.

Echando la vista atrás hacia el año pasado me doy cuenta de que un día como hoy miraba con pavor a un día como mañana. Porque era el momento de celebrar y no tenía nada que celebrar.

Fue un día oscuro, aunque me acompañaron los que tenían que estar. Fue un día muy gris. Pero ahora miro hacia mañana... y solo siento ganas y ganas de pasarlo bien, de compartir con ellos mi día. De compartir con los que han estado a mi lado este año tan horrible y que van a seguir estando en este año tan maravilloso.

Son ellos, son mis amigos, son mi familia, son mi gente. Son las razones para respirar. Gracias.

lunes, 13 de agosto de 2012

La loca, la rara y M


Volver a casa es regresar al refugio de los abrazos. Al calor de quienes te quieren. 
Me encanta no tener entonces un hogar fijo.

Hoy he vuelto de La Herradura, en Granada, un lugar que podría decirse que es mi segundo paraíso. Tal vez allí haya pasado algunos de los momentos más chulos con mis amigos en toda mi vida. 

Recuerdo tantos desayunos con esa vista magnífica de la playa. Paseos en coche de Almuñécar a La Herradura para recoger a M. (ese Seat Panda rojo mítico que era capaz de llevar a medio pueblo en un mismo viaje). Cafés en la playa. Bañitos en sus aguas. Charlas interminables en esa terraza. Platos de pasta. Comida vegetariana. Tantas lágrimas y tantísimas risas. 

Mi segundo paraíso lo es, fundamentalmente, por las personas que están en él. Empiezo por J., la Nanna, la madre de R., la abuela de A. Un ser entrañable, que tiene un aura especial. Que te mira con esos ojos claros y te hace llenarte de energía. Siempre con la sonrisa, siempre dispuesta a solucionar nuestro mundo, que es el que nos interesa. Un ángel en la tierra.

Y a esa casa llegué por primera vez por la muy mejor, por ella, por R. Por esa amiga que marcó mi vida, que es tanto y que necesito como a pocas personas. Que nos abandonamos y nos olvidamos de estar, pero que siempre nos recuperamos. 

Y luego está M. que no forma parte directa de esa casa, pero que siempre forma parte de la vida de R. 
Y por tanto, de mi vida. La música nos unió hace muchísimos años y poco a poco nos han ido uniendo otras cosas. No necesitamos comunicarnos el resto del tiempo para que cuando nos veamos parezca que nos vimos hace unos minutos. Yo me encierro en sus abrazos y me pierdo con sus risas. 

Mareamos a R. con nuestras charlas sin parón. Pero es que debemos recuperar el tiempo desperdiciado no compartido. Un día y medio, pues un día y medio que hay que vivir desde el primer minuto, hasta el último.

Así que nos juntamos de nuevo los tres. Tan peligrosos, tan iguales, tan distintos, tan raros, tan locos, tan felices cuando podemos vernos las caras. Cuando podemos empezar a abrir el armario de las confidencias. Y soltar una tras una la bomba. Tú tienes una? Yo te supero. Y así pasamos las horas, así se han pasado los días. Así se nos va pasando la vida. 

Hay gente que está en tu vida de paso. Hay otros que un día entraron y abrieron una puerta especial en tu corazón. Una puerta que está cerrada la mayoría del tiempo. Y sin embargo cuando llegan y la abren con su llave salen de golpe todos los recuerdos y toda la vida que les hicieron merecedores de ella.

¿Puedo vivir sin ellos? Lo hago. Cada día, desde hace años. Cientos y cientos de kilómetros nos separan desde hace mucho. Y vivo sin ellos. Sin embargo... ¿podría sobrevivir sin ellos? Eso sí que no. En mi isla desierta ellos me acompañarían siempre. En mi isla desierta de cinco personas ellos siempre están, desde hace mucho tiempo. 

La loca, la rara y el m... tiempo después se juntaron. Con un niño y medio entre ellos. Con nuevos amores. Con nuevos amigos. Con nuevos trabajos. Con nuevas ilusiones. Con nuevas lágrimas. Con nuevos abrazos. Con nuevas ciudades. Con ganas de repetir. Con la inevitable necesidad de querernos. Siempre. 





jueves, 9 de agosto de 2012

Nos quedan días de verano



Tan cerca ya de mi cumpleaños. De otro día de esos que nos empeñamos en marcar como importante, cuando solo es un día más.

El verano se está yendo a velocidad de vértigo. Lo empecé hace ya tanto (porque una cosa es el verano, y otra diferente el período vacacional) que no sabría hasta donde remontarme.

Me resulta incluso extraño apretar las teclas de este ordenador. Hacía demasiado tiempo que no me sentaba ante la página vacía. El cuadradito que te indica que hay que llenarlo de palabras, y con esas palabras de sentido. Y con ese sentido de vida. Y con esa vida de recuerdos.

Lo último que escribí fue para felicitar a mi hermano por su cumpleaños. Una gran fiesta que me sirvió para romper definitivamente con los viejos fantasmas. El ciclo se culminó. 365 días de recuerdos y mucho dolor, quizás alguna alegría, por supuesto, pero un ciclo que quedó atrás. Y que dio paso a la nueva persona que siento que soy.

He disfrutado de mis días de relax absoluto en Denia. Esa paz que me da que no la consigo en ningún otro rincón. No es fruto -como decía mi amiga E.- de lo bonito del sitio (aunque a mí me parece el más precioso), sino de lo vivido en ese sitio. Y lo aprendido como nuevo. Lo mejorado de lo antiguo.

Disfrutar de mi prima A., que se va haciendo una personita maravillosa (aunque siempre supe que lo sería). Volver a abrazar a P. y conocer a su niña, y perdonarnos sin hacerlo, solo con repetir los mismos gestos de siempre. Reír a carcajadas con N., como siempre, con esas ideas locas que nos hacen creer que la felicidad no es algo tan difícil de conseguir. Mucha gente en esos días en la playa. Y mis cinco minutos diarios de felicidad, que consistían en la maravillosa ducha de la piscina, y poder hacer unos largos sin que nadie me molestara. Eran mis cinco minutos para mí. Mi gloria, mi respiro, mi paz, mi necesidad.

Sigo sin pensar. No quiero hacerlo. Pensar duele. Pensar trae nubes grises, a veces incluso negras, a mi horizonte. Sigo sin ver el futuro claro. Sigo sin saber qué quiero y dónde lo quiero. Aunque en el camino se me cruzan personas que me ayudan a ver las cosas con otra perspectiva. Pero todo sigue siendo un poco oscuro si me paro a pensar.

No borro la sonrisa. Decidí dejarla permanente porque ayuda a quienes me rodean. Y a veces me refugio en mi soledad, en los sueños, y allí puedo llorar sin que nadie me vea. Porque nadie dijo que fuera fácil. Nada lo es. Pero siempre hay que seguir luchando.

Me atrevo en estos tiempos a aconsejar a los demás, a decir lo que yo haría, lo que yo pienso, lo que yo quiero ser, pero no soy. Y lo hago desde la perspectiva de que sé que en ocasiones he acertado. Y que últimamente fallo poco. Sin embargo, no acierto conmigo.

Además de estar en Denia pasé unos días, breves pero muy intensos en Málaga con C., o con K., todo depende. Días de reencuentros con personas que conocí en un lugar feo pero que me dejaron algo tan bonito como su amistad. Días de confidencias y risas. Y sobre todo de abrazos callados, que decían tanto sin abrir la boca. Días en los que descubres que quieres que esa persona no salga nunca de tu vida, aunque se vaya tan lejos que a veces te entre el pánico. "La distancia no es cuanto nos separemos, la distancia es si no volvemos".

Y mañana vuelvo brevemente, un par de horas, a Málaga. Pero esta vez como descanso para seguir camino a La Herradura. Y disfrutar de R. y M. De volver a juntarnos los tres como hace tantos tantos años. De charlar con sentido y sin sentido. De la vida, de nosotros, de los demás. De reír y seguro que de llorar, o hacer un amago. La vida nos separó demasiado. Pero siempre hay tiempo para reencontrarse.

De momento ahí acaba mi gira veraniega. Aunque no sé porqué algo me dice que aún me quedan un par de trayectos en mi cochambroso coche, que empieza a caerse a pedazos. No sé. Sea lo que sea sé que esta etapa se está cerrando. Y que se acabaron las excusas. Hay que volver a incorporarse a la vida. Sin miramientos, sin miedos, sin dudas. En este país de parados tengo la esperanza en dejar de ser una de ellos.

"Desde esos días de verano, vivo en el reino de la soledad.
Y nunca vas a saber cómo me siento, nadie va a adivinar cómo te recuerdo"