lunes, 13 de agosto de 2012

La loca, la rara y M


Volver a casa es regresar al refugio de los abrazos. Al calor de quienes te quieren. 
Me encanta no tener entonces un hogar fijo.

Hoy he vuelto de La Herradura, en Granada, un lugar que podría decirse que es mi segundo paraíso. Tal vez allí haya pasado algunos de los momentos más chulos con mis amigos en toda mi vida. 

Recuerdo tantos desayunos con esa vista magnífica de la playa. Paseos en coche de Almuñécar a La Herradura para recoger a M. (ese Seat Panda rojo mítico que era capaz de llevar a medio pueblo en un mismo viaje). Cafés en la playa. Bañitos en sus aguas. Charlas interminables en esa terraza. Platos de pasta. Comida vegetariana. Tantas lágrimas y tantísimas risas. 

Mi segundo paraíso lo es, fundamentalmente, por las personas que están en él. Empiezo por J., la Nanna, la madre de R., la abuela de A. Un ser entrañable, que tiene un aura especial. Que te mira con esos ojos claros y te hace llenarte de energía. Siempre con la sonrisa, siempre dispuesta a solucionar nuestro mundo, que es el que nos interesa. Un ángel en la tierra.

Y a esa casa llegué por primera vez por la muy mejor, por ella, por R. Por esa amiga que marcó mi vida, que es tanto y que necesito como a pocas personas. Que nos abandonamos y nos olvidamos de estar, pero que siempre nos recuperamos. 

Y luego está M. que no forma parte directa de esa casa, pero que siempre forma parte de la vida de R. 
Y por tanto, de mi vida. La música nos unió hace muchísimos años y poco a poco nos han ido uniendo otras cosas. No necesitamos comunicarnos el resto del tiempo para que cuando nos veamos parezca que nos vimos hace unos minutos. Yo me encierro en sus abrazos y me pierdo con sus risas. 

Mareamos a R. con nuestras charlas sin parón. Pero es que debemos recuperar el tiempo desperdiciado no compartido. Un día y medio, pues un día y medio que hay que vivir desde el primer minuto, hasta el último.

Así que nos juntamos de nuevo los tres. Tan peligrosos, tan iguales, tan distintos, tan raros, tan locos, tan felices cuando podemos vernos las caras. Cuando podemos empezar a abrir el armario de las confidencias. Y soltar una tras una la bomba. Tú tienes una? Yo te supero. Y así pasamos las horas, así se han pasado los días. Así se nos va pasando la vida. 

Hay gente que está en tu vida de paso. Hay otros que un día entraron y abrieron una puerta especial en tu corazón. Una puerta que está cerrada la mayoría del tiempo. Y sin embargo cuando llegan y la abren con su llave salen de golpe todos los recuerdos y toda la vida que les hicieron merecedores de ella.

¿Puedo vivir sin ellos? Lo hago. Cada día, desde hace años. Cientos y cientos de kilómetros nos separan desde hace mucho. Y vivo sin ellos. Sin embargo... ¿podría sobrevivir sin ellos? Eso sí que no. En mi isla desierta ellos me acompañarían siempre. En mi isla desierta de cinco personas ellos siempre están, desde hace mucho tiempo. 

La loca, la rara y el m... tiempo después se juntaron. Con un niño y medio entre ellos. Con nuevos amores. Con nuevos amigos. Con nuevos trabajos. Con nuevas ilusiones. Con nuevas lágrimas. Con nuevos abrazos. Con nuevas ciudades. Con ganas de repetir. Con la inevitable necesidad de querernos. Siempre. 





1 comentario:

  1. Volver siempre es un placer, sobre todo cuando vuelves a personas que nunca se van, que siempre están ahí.
    Me ha encantado volver a verte.
    Te quiero!

    el mar... :)

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