jueves, 9 de agosto de 2012

Nos quedan días de verano



Tan cerca ya de mi cumpleaños. De otro día de esos que nos empeñamos en marcar como importante, cuando solo es un día más.

El verano se está yendo a velocidad de vértigo. Lo empecé hace ya tanto (porque una cosa es el verano, y otra diferente el período vacacional) que no sabría hasta donde remontarme.

Me resulta incluso extraño apretar las teclas de este ordenador. Hacía demasiado tiempo que no me sentaba ante la página vacía. El cuadradito que te indica que hay que llenarlo de palabras, y con esas palabras de sentido. Y con ese sentido de vida. Y con esa vida de recuerdos.

Lo último que escribí fue para felicitar a mi hermano por su cumpleaños. Una gran fiesta que me sirvió para romper definitivamente con los viejos fantasmas. El ciclo se culminó. 365 días de recuerdos y mucho dolor, quizás alguna alegría, por supuesto, pero un ciclo que quedó atrás. Y que dio paso a la nueva persona que siento que soy.

He disfrutado de mis días de relax absoluto en Denia. Esa paz que me da que no la consigo en ningún otro rincón. No es fruto -como decía mi amiga E.- de lo bonito del sitio (aunque a mí me parece el más precioso), sino de lo vivido en ese sitio. Y lo aprendido como nuevo. Lo mejorado de lo antiguo.

Disfrutar de mi prima A., que se va haciendo una personita maravillosa (aunque siempre supe que lo sería). Volver a abrazar a P. y conocer a su niña, y perdonarnos sin hacerlo, solo con repetir los mismos gestos de siempre. Reír a carcajadas con N., como siempre, con esas ideas locas que nos hacen creer que la felicidad no es algo tan difícil de conseguir. Mucha gente en esos días en la playa. Y mis cinco minutos diarios de felicidad, que consistían en la maravillosa ducha de la piscina, y poder hacer unos largos sin que nadie me molestara. Eran mis cinco minutos para mí. Mi gloria, mi respiro, mi paz, mi necesidad.

Sigo sin pensar. No quiero hacerlo. Pensar duele. Pensar trae nubes grises, a veces incluso negras, a mi horizonte. Sigo sin ver el futuro claro. Sigo sin saber qué quiero y dónde lo quiero. Aunque en el camino se me cruzan personas que me ayudan a ver las cosas con otra perspectiva. Pero todo sigue siendo un poco oscuro si me paro a pensar.

No borro la sonrisa. Decidí dejarla permanente porque ayuda a quienes me rodean. Y a veces me refugio en mi soledad, en los sueños, y allí puedo llorar sin que nadie me vea. Porque nadie dijo que fuera fácil. Nada lo es. Pero siempre hay que seguir luchando.

Me atrevo en estos tiempos a aconsejar a los demás, a decir lo que yo haría, lo que yo pienso, lo que yo quiero ser, pero no soy. Y lo hago desde la perspectiva de que sé que en ocasiones he acertado. Y que últimamente fallo poco. Sin embargo, no acierto conmigo.

Además de estar en Denia pasé unos días, breves pero muy intensos en Málaga con C., o con K., todo depende. Días de reencuentros con personas que conocí en un lugar feo pero que me dejaron algo tan bonito como su amistad. Días de confidencias y risas. Y sobre todo de abrazos callados, que decían tanto sin abrir la boca. Días en los que descubres que quieres que esa persona no salga nunca de tu vida, aunque se vaya tan lejos que a veces te entre el pánico. "La distancia no es cuanto nos separemos, la distancia es si no volvemos".

Y mañana vuelvo brevemente, un par de horas, a Málaga. Pero esta vez como descanso para seguir camino a La Herradura. Y disfrutar de R. y M. De volver a juntarnos los tres como hace tantos tantos años. De charlar con sentido y sin sentido. De la vida, de nosotros, de los demás. De reír y seguro que de llorar, o hacer un amago. La vida nos separó demasiado. Pero siempre hay tiempo para reencontrarse.

De momento ahí acaba mi gira veraniega. Aunque no sé porqué algo me dice que aún me quedan un par de trayectos en mi cochambroso coche, que empieza a caerse a pedazos. No sé. Sea lo que sea sé que esta etapa se está cerrando. Y que se acabaron las excusas. Hay que volver a incorporarse a la vida. Sin miramientos, sin miedos, sin dudas. En este país de parados tengo la esperanza en dejar de ser una de ellos.

"Desde esos días de verano, vivo en el reino de la soledad.
Y nunca vas a saber cómo me siento, nadie va a adivinar cómo te recuerdo"



1 comentario: