miércoles, 25 de diciembre de 2013

Volando voy, volando vengo



Empieza el día de Navidad. Me llega el email esperado. Puedo hacer mi check-in. Ya no hay marcha atrás.
Mañana me subiré a un avión para volver a viajar, para poner kilómetros en  mi contador, y otro sello en el pasaporte.

El destino esta vez es Sao Paulo, en Brasil, y la excusa es ver de nuevo a mi hermano y a mi Cú. Y compartir con ellos estas fechas, que eso a mí me dice poco, porque me da igual pasar con ellos la Navidad, la Semana Santa o el solsticio de verano.

Más de diez horas en un avión, junto a mi madre, en nuestro primer gran viaje juntas. Con lo cual tendré tiempo de ordenar mi cabeza, mis papeles, mi vida, y aquello que esté desordenado, que no es tanto como pueda parecer.

Dejo en Madrid mi corazón esta vez, cuidadito, a buen recaudo, con quien mejor me lo ha cuidado y me lo cuida. Dejo mi alma, para que el niño juegue con ella. Dejo mis ganas de volver para seguir construyendo ese puente indestructible que decía Benedetti.

Pero estas tres semanas fuera tengo y voy a disfrutar, a llenar mis ojos de nuevos paisajes, mi boca de nuevos sabores, a crecer con el conocimiento de una cultura nueva, y a dejarme mimar por ellos, por la gente de mi gente.

Siempre lo he dicho, lo mejor de viajar es la sensación maravillosa de volver a casa, con anécdotas que contar, vida que rememorar y recuerdos que dejaré fotografiados por mi regalo de Reyes anticipado.

Me marcho, pero volveré, con más ganas que nunca del abrazo, del beso, del te quiero. Volveré porque mi vida sigue aquí. Aunque parte de mi vida esté allí... cosas de los afectos.

Hasta pronto.

sábado, 30 de noviembre de 2013

La música

Parece mentira que a veces pase tanto tiempo sin hacerlo.

Que me ciña a lo que escucho en la radio, sin elegir yo el artista, la canción, lo que me apetece escuchar.

La música, aquella que me acompaña siempre, y que pone la banda sonora a cada instante de mi vida, en ocasiones desaparece y se va a dar un paseo, supongo que buscando sonidos nuevos, algo con lo que sorprenderme.

Pero es absurdo. Yo no quiero que se vaya, quiero que se quede, con los ritmos de siempre, con alguna novedad -aunque sea difícil ya encontrar algo que me enganche-. Quiero que se queden a mi lado Calamaro y los Aslándticos, la Bersuit y el Puchero, Elefantes y Bunbury, Queen y Los Secretos, esos grupos raros que un día aparecen con una canción y con esa canción se instalan en mi vida.

Lo que quiero, lo que pido, lo que le ruego, es que no me vuelva a abandonar. Que me obligue a prestarle atención a diario, a sentarme y buscar en ella mis recuerdos, mi buen rollo, mi energía.

Solo quiero música. Y en este post no hay música, para que cada uno elija o recomiende la suya.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Antes

En ocasiones solo busco un refugio. Un espacio pequeño, como aquella cama en la que me metía cuando era pequeña para leer con una linterna. Un lugar en el que solo oyera el ruido de mis pensamientos, aunque mi cabeza no pare nunca, aunque ese ruido sea atronador.

Busco un lugar en el que cerrar los ojos y pararme a descansar. Llorar con calma, con paciencia incluso, dejando que las lágrimas caigan sin temor a que nadie me vea llorar y yo interrumpa ese "dolor".

Un lugar en el que pensar sobre toda la vorágine de mi vida, de los últimos años, en los que empecé a caer cuesta abajo y sin frenos, y conseguí detener la caída para subir más alto que nunca. Y sin ayuda, o quizás sí, con su ayuda.

Hay veces en las que no puedo más, en las que no tener ese rincón para mí me provoca que el silencio me haga daño, las ausencias me machaquen y la soledad me angustie.

Antes (antes de qué?) era una fanática de cosas que ahora aborrezco.
Antes (sí, antes), tenía más sueños y menos realidades.
Antes (hace mucho antes) era feliz, pero no tanto como lo he sido ahora.
Y sin embargo cada vez sonrío menos, o lo hago para menos gente.

Lo único que me consuela en estos domingos extraños (lluvia, frío, tristeza) es saber que pase lo que pase mañana empieza un nuevo día. Y quizás el sol no salga alto y brillante, pero saldrá. Y tal vez vuelva a ser un día gris, pero quién me dice que no puede ser un día espectacular? Al menos soñaré con esa ilusión, con la de que al despertar se haya ido esa nube gris que está hoy sobre nuestras cabecitas.

Nube gris, ya no te quiero.

domingo, 6 de octubre de 2013

Saudade de você

Los años nos roban muchas cosas. Aportan otras, claro que sí, pero nos roban algunas de las más importantes.
Nos quitan ilusión, nos roban los sueños, nos apaga la energía, y nos esconde las sonrisas.
Y quizás eso sea lo más triste, que se van borrando sin darte cuenta. Sí, quizás sonreímos a diario, tal vez por inercia, o porque tenemos la suerte de tener cerca a alguien que nos hace sonreír.
Pero nuestra sonrisa ya no es como era antes.

Aparte de eso, ¿y las risas? ¿Dónde quedaron esas risas? Aquellas carcajadas que nos daban dolor de barriga, y que nos llenaban de alegría.

Tal vez sea yo, tal vez me gustaría sonreír más aún, y mira que creo que soy de ese clan afortunado que tiene la sonrisa por bandera. Pero echo de menos tantas cosas... tengo saudade de você. De ese amigo con el que tenía charlas infinitas sin sentido (o con muchísimo sentido), de ese grupo con el que tomar algo en una terraza un día cualquiera, en cualquier lugar, con cualquier excusa, de los domingos de fútbol en compañía.

Tengo nostalgia de lo vivido, que ha sido mucho. Y no porque lo actual sea peor (que creo que es justo lo contrario), sino porque todo ha sido tan bonito, y se ha ido tan rápido...

Se han borrado tan rápido las sonrisas de los 18 años de las fotos. Que ahora nos miro a la cara y veo solo las arrugas. El paso del tiempo, y los ojos de no haber dormido. Pero ya no hay resacas, ahora hay lloros de los bebés, y padres, que son amigos también, pero que no tienen horas para que el día les cunda.

La vida es preciosa. La vida que hoy me toca vivir es maravillosa. Y sé que dentro de un tiempo volveré a escribir en mi blog una entrada que se llame "saudade de você", y ese você será otro bien distinto. Será este tiempo actual. Será el día de hoy...

sábado, 24 de agosto de 2013

Rutinas del fin del verano

Después de mi cumpleaños siempre tengo la sensación de que llega el final del verano. Sé que aún queda un poquito, pero es como si montara en bici (ya es esto bastante surrealista), y me dejara caer por una cuesta.
Veo cada vez más cerca el muro contra el que me voy a estrellar... en este caso el otoño.
Y me entran unas ganas terribles de ir más a la playa, de bajar cada día a la piscina, de quemar todas las terrazas de Madrid.

Hacer todo eso que en mayo me prometí a mí misma que haría cuando llegara el verano.

Y ahora se escapa. Bueno, todo se escapa. Cada segundo algo se está perdiendo... o ganando, depende de cómo veamos el vaso, si medio lleno o medio vacío. Quizás si estoy escribiendo en mi blog es porque hoy lo veo medio vacío. O no, solo que he tenido un mal despertar por culpa de mi antipática vecina.

Creo que hoy bajaré a la piscina. Acabaré un libro que dejo aparcado en cuanto llega otro a mis manos. Pero hoy es su día. Hoy voy a despedirme de ese libro, a meterme en el agua, ir al centro de la piscina, y ver los edificios altos de mi urbanización. Mirar al cielo y respirar fuerte. Esa pequeña rutina que realizo cuando el verano se va acabando. Cuando siento que tengo que aspirar cada detalle.

Me tumbaré en el césped y volveré a maldecir no haberme comprado una silla. Y pensaré en comprarla para el próximo verano. Haré todas esas rutinas, sí, porque me gustan las rutinas. Porque necesito rutina ya (algunos sé que me entendéis bien).

Y cuando llegue otoño, pensaré en que el verano acabó y yo lo aproveché como debía, con la piscina, la playa, los amigos, las terracitas, las sensaciones, las cosas... esas pequeñas cosas que le dan sentido a todo.
Y contigo. Lo aproveché contigo.

lunes, 12 de agosto de 2013

Zöe



A. y yo nos conocemos desde que tengo tres años. Recuerdo el primer día que nos vimos, y la hazaña posterior jaja.
Hemos ido juntos al colegio, hemos compartido horas y horas de juegos, de aventuras, de películas, de sueños, y de realidades.

Es mi "hermano", y sé que le dan rabia esas comillas, pero en el fondo lo hago por eso ;)

Y siendo mi "hermano", hoy me ha dado el regalo de una "sobrina" (que también tiene que llevar comillas).

Y como siempre me sucede cuando nace un niño, pese a que estoy inmensamente feliz me cuesta exteriorizarlo. Es cuando me quedo sola, cuando pienso en ciertas cosas, cuando me doy cuenta de lo grande que es lo que hoy ha pasado.

Zöe llega al mundo un 12 de agosto, cerca de mi cumpleaños, respetando desde el principio a la Tita Di.

Zöe llega de la mano de E., una persona que se coló en mi universo, y que me cuida, me acompaña, y no me falla nunca cuando vienen mal dadas. Ahora toca estar a su lado, pero para disfrutar esto tan maravilloso que es la vida en estado puro.

Y Zöe tiene la inmensa suerte de tener a un padre como A., con sus locuras y sus rarezas, con sus ataques de inmadurez o de libertad más bien, soñando con un mundo lleno de Pros y zombies, soñando con un mundo lleno de amor y amistad. Así es él, un loco, un auténtico loco al que necesito en mi vida.

Aunque en algunas etapas hayamos estado separados, hemos llegado a esta más unidos que nunca. Y sé que ahora lo estaremos más si cabe. Y me siento feliz. Porque comparte todo conmigo, porque es más que nunca ese "hermano" sin comillas, ese "hermano" que no me falla.

Hoy ha nacido Zöe, que tiene ya reservado un asiento de honor en mi vida. Junto a los pequeños que van llegando, pero de una forma un tanto especial.

Porque sí, A, venga, te lo digo, porque eres mi hermano, sin comillas, sin dudas, y te quiero de verdad.

Felicidades a los tres. Bienvenida al mundo Zöe, solo una mirada y ya te quiero...

jueves, 18 de julio de 2013

Fuera de lugar


"Hace tanto tiempo que estoy fuera de mi hogar
que ahora que estoy en la puerta no sé si debo de entrar".

Resulta curiosa la fascinación que me producen los espacios. Lo que puedo llegar a sentirme parte de un sitio, de un grupo, de un barrio, de una casa...

Y lo que puedo llegar a sentirme fuera de lugar. 

Hay casas que siento, que he sentido mías. Espacios que he decorado, tanto con fotos, cuadros, como principalmente con mi vida, con mis recuerdos. He llenado de sensaciones lugares que invadí cuando aún no eran de nadie, y he hecho míos sitios que antes fueron de otros, y que ahora serán de otros distintos. 

La cuestión es que mi vertiente conquistadora se marchó hace un par de años, y desde entonces no encuentro ese lugar donde refugiarme cuando lo necesito. Me falta el sitio de mi recreo.

Tengo mi pequeño paraíso, al que me escapo para coger aire y sentirme más fuerte. 
Pero es un paraíso lejano, un refugio, no un hogar.

Y vivo en la casa en la que crecí, en la que sentí antes que en ningún sitio que era mi espacio. Sin embargo, no encuentro ahora mi rincón. No tengo recuerdos en las paredes, no tengo vida en sus cajones, ni guardo secretos en mi mesilla. De hecho no tengo mesilla. Cambio de habitación, intentando encontrar el lugar en el que se me vaya la melancolía constante en la que vivo. Duermo en una cama, duermo en otra, duermo en un sofá, pero no descanso ni regreso a casa con ganas de sentarme en mi silla favorita, porque no la tengo. 

Me encantaría tener ganas de volver a casa al acabar el día, sin embargo, de un tiempo a esta parte, el regreso se me hace cuesta arriba. Llegar y no saludar a nadie. Llegar y enfrentarme a una nube gris que se pone sobre mi cabeza, y que amenaza lluvia. Y las sábanas protectoras esta vez no me resguardan.

Y me convenzo, de corazón, de que mi sitio, nuestro sitio, es el que comparto con la gente a la que quiero. Que con ellos sí que me siento como en casa. Da igual donde esté. Mi casa es ese abrazo o ese beso. Es esa mirada. Ahí siento que después de un largo día llego al lugar donde deseaba estar siempre. 

Aún así, aún sabiendo eso, necesito encontrar mi lugar. Necesito sentirme a gusto en el lugar donde hoy vivo. Aunque no sepa a día de hoy lo que debo hacer para conseguirlo. 

"Ya no sé si vengo, ya no sé si debo ir.
Lo único que quiero es un lugar donde dormir.
Miro hacia delante, miro para atrás y siempre me encuentro fuera de lugar".

domingo, 16 de junio de 2013

¿Te quiero?

Hay palabras, frases, de un significado muy amplio y una pronunciación muy sencilla.
 
Hoy voy a ser breve, de un tiempo a esta parte me han dicho "te quiero" más veces que nunca, me han llamado "amiga" más que nunca, y sin embargo lo siento menos que nunca.

Nos hemos acostumbrado a decirlo, como el que repite un mantra que les hace sentir bien, como el creyente que reza a diario, o el que saluda cada día a sus vecinos.

Y esa reflexión lleva a la conclusión de que estamos muy solos. Que solo contamos con nosotros mismos y quizás con una o dos personas que de verdad muestran interés. 

Cuando el primer mensaje lo lanzas tú., cuando la llamada sale de tu teléfono, cuando las conversaciones se acaban con tus frases, entonces llega el momento de aceptar que los "te quieros" y los "amigos" son menos de lo que suenan. 

Te acostumbras a esta falsa realidad. Y así incluso eres más feliz, porque vas por delante. Porque sabes lo que es verdad y no de lo que te dicen. 

No necesito esas palabras ya. Ni necesito esos abrazos. Ya no. Voy aprendiendo la lección. 

Y en toda esa montaña de desilusión aparece de repente la verdad. Y los "te quieros" que salen de dentro y que llegan tan lejos. Y compensa, vaya que si compensa. El resto solo es pura rutina, con la que convivimos, pero de la que no vivimos. Al menos yo no. 

martes, 21 de mayo de 2013

Añoranzas


Es llegar la primavera, aunque sea tan fría como estos días, y empezar a sentir esa añoranza extraña de mi adolescencia. No es que en primavera hiciera algo distinto con mis amigos a lo que hacía el resto del año, pero en mi recuerdo se han quedado grabadas esas tardes, de paseos, de charlas, de risas, de confidencias. 

Esas tardes de sueños, de descubrimientos, de abrir la mente a nuevas posibilidades, dudas, miedos, alegrías. 

Hoy tengo añoranza de aquello. Y de esos amigos que me fueron haciendo como ahora soy. Porque la amistad va cambiando, las personas quizás no tanto, pero sí las circunstancias que nos rodean. Resulta complicado encontrar ahora un rato como los de antaño, en los que el tiempo pasaba lento, acompañado de gominolas, pipas, patatas, coca colas, una pelota incluso, un banco, un pensamiento, una película que íbamos a ir a ver al cine, una canción que no dejábamos de cantar. Repetir una y otra vez la misma tontería, hasta que había que parar porque dolía la tripa de tanto reír.

Recuerdo cada una de esas sonrisas, y algunos de esos abrazos. Y aunque ahora a veces las veo sé que no son las mismas, que ya no somos los mismos. Que quedaron en el barrio muchas de esas ilusiones y esos sueños, cambiados por otros, quizás incluso mejores, pero diferentes. 

Ya no tenemos tiempo para divagar, la vida nos lleva demasiado deprisa por sus caminos, sin tiempo de reflexión. Ya no hay pensamientos, solo actos, rápidos y directos. No hay excusa para el paseo, para sentarte en un parque y dejar que el sol te dé en los ojos, sin más objetivo que el compartir espacio y tiempo con esa persona que se llama amigo.

Será que los años me hacen más negativa. Que la vida me hace desconfiar ya de todo y todos. Que la primavera está siendo una mentirosa. Pero mis añoranzas de hoy son más agrias que dulces. Más tristes que alegres. No tengo fe en que esto cambie para bien, solo queda una cosa: adaptación. Y recordar aquellos amigos, para cuando los tengas enfrente intentar descubrir de nuevo en sus ojos aquel brillo que fascinaba. 

Amigos, ese mundo tan complejo. 





martes, 30 de abril de 2013

Cómo no te voy a querer

No acostumbro a escribir de fútbol, incluso hablo de ello mucho menos de lo que me gustaría.

Al final el fútbol lo veo, lo vivo, lo siento, lo disfruto. No sufro, bueno, tengo mis momentos, pero básicamente es mi válvula de escape. Una parte importante de mi vida. Porque me ha llenado esta de recuerdos.

No sé a quien debería dar las gracias por haber crecido en una familia donde el fútbol se me metió en vena.
El caso es que hoy ha vuelto a ser una noche mágica. Porque a quienes nos gusta este deporte no necesitamos solo victorias para sentir que son noches inolvidables.

Jamás olvidaré la derrota del año pasado en los penaltis contra el Bayern. Ni el Centenariazo del Depor. Ni la Copa que nos ganó el Atleti en el Bernabéu. Recuerdo muchas derrotas, quizás incluso más que victorias.

Y es que en noches como hoy el recuerdo es grato. Es una sensación agridulce, un "lo hemos tenido tan cerca". Llevaba desde que el Madrid perdió en Dortmund pensando que se podía, convenciéndome de que no era tan difícil. Si ellos nos metieron 4, no íbamos nosotros a poder meter 3?

Y me lo creía. Firmemente creía en ello. Y llevaba desde ayer con ese cosquilleo nervioso, esa sensación que te provoca el fútbol, de que puedes vivir algo histórico. De que estás formando parte de nuevo de ello.

El esfuerzo de mi padre hace ya muchos años me dio la suerte de poder ir cada domingo que hay fútbol al Bernabéu. Y cada partido de Champions. Y eso es especial. El año empieza para mí el día en el que vuelve a sonar el himno de la Champions. Puedo dejar de ir a la Liga, puedo perderme toda la Copa, pero la Champions... eso es otra cosa.

No cambio por casi nada el abrazo con mi hermano cuando hemos metido el 2º gol. Los cánticos de la gente. La emoción. E incluso las lágrimas a la salida del estadio de una niña que seguramente creía más ciegamente aún que yo en que podíamos, en que habría remontada.

El resultado al final es lo de menos. Cada año solo puede ganar uno. Y afortunadamente mi equipo sigue siendo el que más Champions ha ganado. La pena es que se acabó otra vez. Que debo esperar ahora unos cuantos meses hasta volver a sentir la emoción de la competición.

Hoy me siento triste. Sí, un poco. Y feliz, también. Orgullosa y tranquila. Porque las cosas hay que intentarlas, y para perder eliminatorias hay que disputarlas hasta el final. De nuevo caemos en semifinales.
De nuevo estaré todo el año brindando por la Décima. Se siente, no dejaré de hacerlo hasta que la consigamos.

Y es que ... como no te voy a querer.

viernes, 29 de marzo de 2013

La soledad



Me gustaba quedarme sola cuando era pequeña (o no tan pequeña). Sentir que mi casa era mi espacio. Y llenarlo de desorden, de ruptura de horarios, de música y de mí.

Con los años me encantaba también llenarlo de gente, no mucha de golpe, en pequeños sorbos, amigos que se sentaban a compartir mi rutina. Mi espacio, que no era mío del todo, pero que durante esos días me invadía.

Después viví sola de verdad. En otra ciudad. Despertar sola, comer sola, cenar sola, ver la tele sola, dormir sola. No fue mucho tiempo, pero sin duda fue una época maravillosa. Cumplí así el sueño desde pequeña: mi independencia, mi espacio, mi casa, mi lugar en el mundo.

Ahora ya nada es igual. Ya no tengo ese espacio personal. No tengo ese rincón de independencia. Mi habitación no es muy mía. Las fotos muy nuevas, los recuerdos muy recientes. No siento que tenga ese lugar en el mundo. Me quedo sola y ya no lo disfruto igual. Porque los años te enseñan que la soledad no es tan perfecta como la habías dibujado, y que necesitas a gente para disfrutar de todo eso.

Sé que algún día volveré a tener mi pequeño refugio. No me quejo, por una vez, tengo mucha suerte.

Pero sí me pregunto dónde quedó aquella niña que se emocionaba cuando se quedaba sola el fin de semana en casa. ¿En qué momento me entró el miedo a la soledad?

miércoles, 27 de marzo de 2013

Divagando

Qué poco se necesita para ser feliz.
Y qué poco para darte cuenta de quienes estarán al lado para compartir esos momentos.
La felicidad, antagonista de la tristeza, protagonista de la vida, objetivo para seguir.
Surcando los mares, subiendo a las nubes, persiguiendo mi sonrisa.
La atrapé un día, al lado de la tuya. No pienso dejar que se escape, aunque las cosas se tuerzan.
Siempre.

viernes, 15 de marzo de 2013

Nadie dijo que fuera fácil



Piensas que tendrías que estar en otro sitio, pero las circunstancias no han sido las propicias.

Y además de ese sitio se te ocurre otro en el que tampoco estarías mal del todo.

Incluso aparece un tercero, en el que no estarías bien, pero donde tendrías que estar.

En ninguno de esos lugares lo importante es el sitio sino las personas que en ellos están.

Porque nos guste o no somos seres sociales, y en ese microcosmos que creamos llamado "propia vida" la gente entra y sale, pocos se quedan y menos aún son los que se interesan en el contenido y no en la forma.

Estos días me dan para pensar mucho. Pensar en las ausencias, y pensar en los que se irán. Pienso también por supuesto en los que están, y en los que dicen estar y hace tiempo que se fueron, sin un adiós, ni un portazo, ni una mala palabra, simplemente que ves que ya no están a tu lado. Que olvidan indagar en tus silencios, o no olvidan sino que directamente pasan de hacerlo. Y no entienden que las personas a veces no sabemos pedir ayudar, porque quizás cuando lo hemos hecho no hemos recibido la respuesta esperada.

Ayer y hoy echo de menos un "enhorabuena". Un "cómo te sientes por...?"
Pero al final me voy volviendo una estoica, y aguanto el tirón. Antes dolía, ahora lo sigue haciendo pero menos.

Y de repente mi pensamiento se va a lo importante. A lo fácil que es verte arriba y segundos después sentir el sabor del suelo en tu boca. Lucho sin parar, lucho cada día, y mi pensamiento positivo gana a la desidia, al dolor, a la tristeza. Me vuelco en la esperanza, en las ganas de sentir y de pelear. Y a veces hay recompensa, pero de repente, zas!

Tienes que volver a levantarte. A tomar aire de nuevo, llenar los pulmones, con un aire cada vez más contaminado, eso sí, y aspirar con fuerza, y sentir que volveré arriba. Aun sabiendo que después llegará una nueva caída.

Entonces en mi reflexión comprendo que la vida es esto. Que nadie dijo que fuera fácil, y por ello hay que intentar hacer de cada día un momento especial. Rodearte de verdad, de cariño y de amor. Llenarte de alegría y positivismo y despreciar la falsedad y las buenas palabras. Reclamar esos gestos, exigir en cierto modo que se cumpla con el título adoptado. Y ser feliz. Escuchar música, correr, gritar. saltar, besar, abrazar, mirar, oír, leer, viajar, tocar, comer, dormir. Apreciar los silencios tanto como las palabras.

Y pararte en algún momento a escuchar el corazón de la persona a la que quieres. Y si ese látido se acelera... entonces es que las cosas se están haciendo bien.

Nadie dijo que fuera fácil, y es que ni las personas ni las cosas fáciles nunca me gustaron demasiado.

sábado, 9 de marzo de 2013

Como pez en el agua

Hoy recupero algo del año 2007. 

Es un artículo en el blog de una amiga de las buenas, de mi Niña Carol, que hoy cumple años. Y que merece como regalo un recuerdo, porque como ella dice (y me acaba de decir), los recuerdos siempre son el mejor regalo. 

En ese blog ella me invitaba a escribir y yo dejaba ahí mis ideas. Una vez más. 

Encontrarlo hoy, 6 años y pico después me ha traído una sonrisa. Y mucha nostalgia, porque nos vamos haciendo viejos, jaja. Aunque eso es bonito. 

Espero que os guste. No es mucho, o sí, o yo qué sé. Pero soy yo, en estado puro.

http://como-pez-en-el-agua.blogspot.com.es/2007/01/invitas.html

14 ENERO 2007

La invitada


Me hace especial ilusión poder empezar este año con la idea de presentar aquí algo de lo que me enorgullezco y disfruto tanto: est@sinvitad@s que no son otros que los que nadan a mi lado.

No podía ser nadie más que ella quién inaugurase este espacio, porque me encontró escondida en una frase y en sus palabras yo encontré a una persona maravillosa que tengo el gustazo de acercaros hasta aquí. Bienvenida siempre Di.


"Una noche cualquiera, mientras veía las lágrimas de mi madre caer por su mejilla, repleto su corazón de angustia y preocupación por la tardía aparición de mi hermano, se me ocurrió –inocente infancia- prometerle que yo no le haría sufrir tanto, que jamás viajaría, que no me iría lejos de su lado.

Primer y grave error. La niña no sólo le dio por viajar siempre que podía (mucho más que su hermano), sino que encima decidió irse a vivir a otra ciudad, por si no era suficiente.

Y es que parece que las promesas no se me dan bien.

Porque años después, y de nuevo a mi madre –triste esa vez por la muerte de una famosa periodista radiofónica a la que escuchaba tarde tras tarde- le prometí que yo algún día ocuparía su lugar en la radio, y haría un programa diario que le dedicaría a ella (a mi madre, claro).

La incipiente periodista (aunque ni siquiera había empezado aún la carrera) parecía que acomodaba su vida a esa profesión, y por un momento hasta yo soñé que quizás podría por fin cumplir dicha promesa. No lo hice, y ese tren pasó hace ya mucho. La radio no es mi mundo, aunque fue mi universo incluso.

Y sigo: a mi padre, muchas veces, le prometí que escribiría un libro algún día. Él, con ese orgullo paterno que los que aún no somos padres no podemos comprender, se emocionaba, y me animaba día a día a cumplir aquello, que no sólo era una promesa, sino sobre todo un sueño. Sí, habéis acertado, también le fallé. Ese libro está a medio empezar. Tiene tres páginas, y una idea muy clara, pero al morir mi padre creo que también murieron las ganas de escribir para él. Es difícil de explicar, muy contradictorio. Me quedo esta parte de incomprensión para mí misma.

A muchos amigos les prometí estar siempre a su lado, no dejarles ni a sol ni a sombra, no olvidarles, acompañarles en este camino de la vida. Y creo que ahí tampoco he cumplido mi promesa.

Por eso, en vista de que estoy especializándome en romper promesas, a ti, Niña Carol, no quería fallarte de nuevo. Sólo por ser tan increíblemente especial, tan imprescindible para que yo siga adelante. Gracias por pensar en mí, gracias por enseñarme unas cuantas cosas con tu lucha. Gracias por hacerme sentir Como Pez en el Agua.

Prometo no prometer, y así no romperé tantos corazones… ¿o esto también es una promesa?"

domingo, 3 de marzo de 2013

Con ironía

Sí. Todos somos el centro del universo. No lo olvidéis. No os preocupéis de nadie más. Vosotros, solo vosotros.

No preguntéis a vuestro amigo cómo se encuentra, ni desconfiéis de la respuesta más habitual "bien".

Creed todo, confiad en sus palabras sin mirarle a los ojos, vaya a ser que nos desviemos de lo importante: yo, yo, yo.

No leáis con atención, no escuchéis con interés, no miréis con profundidad.

Vamos a quedarnos en la superficie. La felicidad está ahí.


viernes, 1 de marzo de 2013

La interpretación de los silencios

¿Nos paramos a pensar la cantidad de veces que los silencios tienen presencia en nuestro día a día?
Que un silencio dice mucho es algo que todos sabemos, que todos repetimos, pero... ¿lo interpretamos todos igual?
¿Acaso hay un manual que señale lo que significa tal o cual silencio?
Pues eso es lo que pasa entonces, que tendemos a darle una interpretación, y en muchos casos errónea.

No hace aún ni tres meses que se fue mi hermano a Brasil. Ya bastante más que se fue mi Cú. Y mi silencio ante ellos va creciendo. Y no lo hace porque me acostumbre a su ausencia, porque ya haya aprendido a vivir sin ellos y lo tenga asumido. Más bien al contrario, mi silencio lo provoca el hecho de no querer mostrar mi debilidad ante su falta.

Lejos de haberme hecho a la idea de su lejanía cada día les echo más de menos. Necesito sus palabras, sus gestos, sus sonrisas, sus abrazos. Y sé que falta menos para llegar, pero la impaciencia me puede.

Así que no es un silencio valorativo, ni un silencio positivo, es un silencio por mi parte para esconder la debilidad.

Ya, sé que leerán esto y habré descubierto mi "secreto", pero imagino que ya lo sospechan, y lo que no quiero es que piensen que no quiero hablar con ellos cuando es todo lo contrario.

Hay ausencias que duelen, aunque la vida les ofrezca ahora una parte más positiva. Y por eso estoy feliz por ellos. Eso no lo puedo negar. Y más ahora que está cada vez más cerca un cambio tan importante para todos. Son mi familia, son mis amigos, son mi vida. Y los quiero ver ya, os quiero tanto...

viernes, 15 de febrero de 2013

Amanecer



No tenemos buena memoria. Al menos parece que tenemos una memoria demasiado selectiva. Y una negatividad latente. 

Por momentos nos encerramos en una nube tóxica, donde todo es malo, donde no hay ni una rendija, ni una ventana, ni una puerta, por la que salga ese aire nocivo, por la que huir nosotros.

Y le damos mil vueltas a lo mismo, cuando lo mismo quizás ni exista, más allá de nuestras cabezas, de nuestra imaginación. Somos guionistas en potencia de una telenovela venezolana. 

El caso es que para abrir los ojos, y poder a su vez abrir esa puerta y escapar de ese submundo creado, suele ser necesaria una pequeña revelación. Del tipo que sea. En forma de sueño, en forma de charla, en forma de imagen que nos impacta, en forma de vivencia que nos marca. Y en un instante todo cambia, y las cosas feas se convierten en preciosas. Y el sol vuelve a salir, porque todos los días sale pero no todos los días lo apreciamos. 

Y el día que el sol vuelve a salir hay que echar la vista atrás y recordar que viviste en días de oscuridad absoluta, y que hay que aferrarse a la belleza de las cosas, de los gestos, de las personas. 

Porque todo eso es algo objetivo, y lo que es subjetivo es nuestra forma de encararlo. 

No culpemos al otro de nuestra desdicha, cuando somos nosotros quienes nos ofuscamos. 

Así que quizás más que nunca hay que creer en la fuerza del sol. En la fuerza de la mano que te va a aferrar en cada caída, y que es incansable, pese a que tus obsesiones le arrastren con ellas. 

Yo creo en el sol. Sé que sale a diario. Creo en los sueños. Y creo en las realidades. En la mía, en la tuya, en la nuestra. Solo pienso que de vez en cuando tenemos que recordarlo, y volver a coger las riendas de nuestras vidas. 

Porque, para ti: ¿hoy ha salido el sol? Da igual, cada día volverá a hacerlo, quizás podemos quedar para ver amanecer juntos. 

viernes, 8 de febrero de 2013

Me sobran las palabras



¡Qué cansada es la burocracia!

Ir de un lado a otro, a conseguir un papel, a que te firmen otro, te mandan de una ventanilla a la de al lado, tienes que acercarte al banco a pagar esta cantidad, luego vuelves, coges otra vez numerito, haces de nuevo la cola, preguntas, escuchas cosas que no entiendes, no te miran nunca a los ojos, rara vez te explican lo que hay que hacer, con lo cual muy probablemente acabarás teniendo que repetir todo el proceso. Y no te enfadas, ¿para qué? lo único que conseguiría es ponerme yo de mal humor al escuchar la respuesta desagradable del que no tiene ganas de trabajar pero sí un puesto de trabajo.

Pasar por eso durante dos semanas, saber que aún quedan mínimo dos pasos más, resulta agotador.

La vida es a veces agotadora. ¿No somos todos a veces un poco aquel funcionario sin ganas de hacer bien su trabajo? ¿Y muchas otras veces el pobre ciudadano que recibe un vacío como respuesta ante su problema?

Hablas, hablas, sueltas tu dolor por la boca, tus dudas, tus miedos, recibes una mirada a veces, una mínima respuesta en ocasiones, pero da igual. Nadie te va a ayudar, no al menos en estos momentos. Y no porque todo en esta vida lo tenga que solucionar uno por sí mismo. No. Sino porque ayudarte supondría hacer un esfuerzo extra, y ¿estamos dispuestos a ello en estos tiempos?

Yo lo siento por mi pesimismo, pero la experiencia me dice que no, que no pensamos dedicar ni un solo segundo extra a algo que no entrara en nuestros planes iniciales.

Ayudar no es a veces dar un rato de tu tiempo libre, eso es fácil. Ayudar a veces es sacar tiempo y fuerzas de donde no las tenemos para acompañar la soledad del otro.

Dejo de creer en la condición humana. Me sobran cada días más las palabras, por eso a este blog cada día más le faltan esas palabras...

martes, 22 de enero de 2013

Pura vida

Un día te sorprendes soñando con aquellas personas. Personas que no aparecen en tu día a día, que no forman parte ya de tu vida real, casi ni de la cibernética, que no están ni se las espera.

Y sin embargo, las sueñas. Y te remueven un poco todo. Supongo que porque ese es el trabajo de los sueños, alguien les paga para eso, para que nuestro subconsciente (más inconsciente en este caso que nunca) decida sacar a la luz las cosas que quedaron escondidas.

Pues eso, sueñas con esas personas y recuerdas el camino que se recorrió, los viajes que se hicieron, los vinos que se bebieron, las risas que se echaron, y las palabras que no se dijeron. Esas estaban en mi cabeza, dispuestas a salir cuando hubiera ocasión, pero no me la dieron. Y ya no la tendré. Porque no, porque ya está, porque esa historia ya tuvo un final.

Y aunque todo acabó, y los finales son feos, las echo de menos. Si no esta noche no estaría pensando en ellas, en esas personas que simbolizan aquellos momentos de cierta locura, de sueños, de aventuras. Aquello que he echado en falta últimamente y que vuelvo a encontrar ahora. 

Al final solo fue un sueño. Y la vida dicen que también es sueño. Y los sueños sueños son. Pero yo no quiero dejar de soñar nunca, ni de vivir, ni de crecer, ni de cometer locuras. Yo no quiero una vida estable llena de monotonía y rutina, sino que necesito el desorden para ordenar mi pensamiento. 

Nunca me dijeron: "vamos a tomar café". Pero siempre estaban dispuestas a coger el último tren, sin importar el destino. Porque había que disfrutar la vida. Y no todo el mundo sabe hacer eso. Por eso soñé con ellas. Por eso las echo de menos. Porque eran vida. Pura vida.


miércoles, 16 de enero de 2013

Mañana empieza el 2013



Vaya, llevo sin escribir desde el año pasado. Demasiado tiempo ya.

Quizás es que el 2013 no ha empezado todo lo bien que yo soñaba. No, definitivamente no. Un inicio complicado en todos los aspectos posibles. Pero, ya que dicen que uno es dueño de su propia vida... pues yo he decidido que el 2013 para mí empezará mañana. Sí, como quien hace una dieta. El primer día de mi año será el 17 de enero.

Porque hoy estoy un poco cansada, no he dormido bien, y casi prefiero que empiece mañana, y con ello empezar con todos mis propósitos.

- Buscar y, mejor aún, encontrar un trabajo.
- Viajar, aunque sea un poquito, aunque sea cerca, aunque sea sola. Viajar.
- Querer, como en el 2012, o más. Seguro... o más.
- Leer. Y leer. Y no parar de hacerlo. Leer un poco cada día.
- Y escribir. Si no a diario casi, y preparar mi bestseller, ¿no?
- Hacer algo de deporte. Ahora tengo que pensar qué deporte, porque caminar ¿no sirve, no? Yo jugaría al ping pong, pero ya necesito que alguien juegue conmigo.
- Sonreír un poco más. La vida es más fácil cuando dedicas un rato a las sonrisas para el resto.
- Pensar en mí. Si yo estoy bien quienes me quieren lo estarán.
- Hacer algún curso, o buscar algún hobby. O las dos cosas. No dejar mucho tiempo libre.
- Seguir con el voluntariado, siempre que el trabajo que voy a encontrar (porque lo voy a encontrar) me lo permita. E incluso desde hoy estoy empezando a plantearme ampliar a otro día más, ¿se podrá?
- Tachar de la lista de "propósitos" todos los propósitos del año pasado que no cumplí. Y tachar no es borrar y olvidarlos, sino cumplirlos.
- Hablar, contar, decir cómo me siento y qué me pasa. Dejar de disimular en fin. Sé que será difícil, pero lo necesito para mi salud mental.
- Dejar de intentar recuperar a quien ya es irrecuperable (y por tanto borrar a unos cuantos del Facebook, que ya es hora de dejarnos de tonterías).

Y bueno, muchos más. Cuidarme sobre todo. Sin salud no soy nadie, sin salud no somos nadie, así que ese debe ser el propósito principal de cada uno de vosotros. A partir de ahí, un poco de suerte, un mucho de esfuerzo y un bastante de actitud.

Feliz 2013... mañana empieza mi año.