martes, 22 de enero de 2013

Pura vida

Un día te sorprendes soñando con aquellas personas. Personas que no aparecen en tu día a día, que no forman parte ya de tu vida real, casi ni de la cibernética, que no están ni se las espera.

Y sin embargo, las sueñas. Y te remueven un poco todo. Supongo que porque ese es el trabajo de los sueños, alguien les paga para eso, para que nuestro subconsciente (más inconsciente en este caso que nunca) decida sacar a la luz las cosas que quedaron escondidas.

Pues eso, sueñas con esas personas y recuerdas el camino que se recorrió, los viajes que se hicieron, los vinos que se bebieron, las risas que se echaron, y las palabras que no se dijeron. Esas estaban en mi cabeza, dispuestas a salir cuando hubiera ocasión, pero no me la dieron. Y ya no la tendré. Porque no, porque ya está, porque esa historia ya tuvo un final.

Y aunque todo acabó, y los finales son feos, las echo de menos. Si no esta noche no estaría pensando en ellas, en esas personas que simbolizan aquellos momentos de cierta locura, de sueños, de aventuras. Aquello que he echado en falta últimamente y que vuelvo a encontrar ahora. 

Al final solo fue un sueño. Y la vida dicen que también es sueño. Y los sueños sueños son. Pero yo no quiero dejar de soñar nunca, ni de vivir, ni de crecer, ni de cometer locuras. Yo no quiero una vida estable llena de monotonía y rutina, sino que necesito el desorden para ordenar mi pensamiento. 

Nunca me dijeron: "vamos a tomar café". Pero siempre estaban dispuestas a coger el último tren, sin importar el destino. Porque había que disfrutar la vida. Y no todo el mundo sabe hacer eso. Por eso soñé con ellas. Por eso las echo de menos. Porque eran vida. Pura vida.


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