miércoles, 9 de septiembre de 2020

Verano

Hoy no me ha costado levantarme. Quizá porque sabía que era el último día que iba a ver ese paisaje. La persiana levantada, como durante todas las vacaciones, permitiendo que entre en la habitación la brisa marina. La luz del sol ilumina todo el jardín, y desde la esquina de la terraza puedo ver el mar. Un pequeño pedazo de ese mar que es tan inmenso.


Hoy es el último día del verano. Porque el verano acaba cuando se acaba mi estancia aquí. La vuelta a la ciudad marca el inicio de un período “interestacional”, que no pertenece ni al verano ni al otoño.

Se acaban los desayunos copiosos y relajados. El tiempo que pasa lento y que apenas existe, porque los relojes sobran, se transformará en una vorágine de prisa y ansiedad.

Aún respiro el verano. Dejo que mi cuerpo se hunda en el agua, mirando al suelo borroso de la piscina, y me mareo entre las olas de la playa. Porque la despedida del verano es entre olas esta vez. Nada de un mar calmado.

Llega el final del verano. Digo adiós a tantas emociones que si me despidiera una a una tendría que dedicar días a ello.

Siempre es la misma sensación: con el final del verano empieza todo. Y esta vez no iba a ser diferente. Nos volveremos a ver verano, sólo falta un año, y eso pasa volando, o tal vez planeando.

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