sábado, 15 de septiembre de 2012

Bienvenida a este mundo raro

Hoy me pueden los sentimientos. Suele ser así en mí, aunque tengo la manía de controlarlos y limitarlos para no explotar. Pero hay días, como hoy, en que no hay control posible.

Porque son una acumulación de temores, de ganas, de ilusión, de esperanza, de alegría, de nostalgia.

El pasado miércoles por fin llegó. Se hizo realidad el sueño de mis amigos. Pudieron ver la carita a su sueño, su nombre Aitana.

Tras unos meses de sufrimiento que no parecía tener fin, de zancadillas continuas del destino, por fin llegó el ansiado nacimiento. Y lo hizo, como no, tras una eterna noche, tras un día larguísimo, tras 12 horas de parto, en las que se llenaban las horas de conversaciones (unos en el paritorio, otros en la sala de espera, algunas en sus casas muertas de ganas por compartirlo junto al resto).

El miedo, la angustia, los nervios, la tensión, dieron paso a la felicidad tras ver a la pequeña.

Alcanzar los sueños a veces no es tan bonito como soñarlos. Pero en ocasiones como esta es superior incluso. Aitana llena de alegría a tanta gente que se ha convertido ya en alguien imprescindible.

Como hablaba con mi amiga S., su madre, esta misma mañana (cuando por fin he podido ver a mi ahijada y decirle que la quiero) más que nunca se puede decir que Aitana es un milagro. Todo han sido complicaciones, todo parecía imposible. No llegaba ni una sola buena noticia, todo era a medias. Hasta que ha llegado ella. Lo más grande para sus padres, para sus abuelos, para sus tías. Y lo más grande, junto a su otra ahijada, para su madrina, que soy yo.

No me hace falta llorar para demostrar mi felicidad. No necesito decir cada segundo que me encanta tenerla entre nosotros. Que pienso volcarme en hacerle la vida más bonita, más feliz, más sencilla. Que no voy a mimarla, sino a enseñarla (en lo que me sea permitido). Que voy a ayudarla y a dejarla, por encima todo, que sea ella misma.

No me corresponde a mí educarla. No me toca esa labor. Ni tampoco la de mimarla. Yo me mantendré al margen hasta que llegue mi momento. Pero siempre, siempre, estaré ahí para ella.

Hoy, que por fin la he visto los ojos y nos hemos mirado, soy un poco más feliz. Me siento más completa.

Creo que la vida va cobrando sentido con pequeñas cosas. Con la amistad, con el amor a grandes rasgos, con el amor en rasgos particulares, con los nacimientos. Al final una entiende que tiene un objetivo vital. Que va pareciendo cada día más claro. Y que me quedo para mí, para mi mundo interior. Con que yo lo sepa es suficiente.

Aitana ha llegado. Y lo ha hecho para jugar con Blanca. Para completar el circulo que abrimos sus madres y yo hace 30 años. Ahora sí. Ahora se ha cerrado y toca comenzar algo nuevo. Siempre estuvimos unidas, pero ahora esa unión es indestructible. Ya no somos tres. Nunca jamás seremos solo tres. Somos muchas más personas en torno a la vida. A nuestra vida.

Hoy me pueden los sentimientos. ¿Cómo no me iban a poder? ¿Cómo iba a seguir aguantándome las ganas de llorar? ¿Cómo no iba a querer decir a la gente que lleva un año dándome su mano que les quiero? ¿Cómo no decir a quienes llevan meses intentando conocerme que soy así, para bien y para mal? ¿Cómo no agradecer su confianza, la de todos, en mí?

Hoy me pueden los sentimientos. Con o sin lágrimas los sentimientos me dominan. Y ojalá dominaran el mundo.

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