lunes, 1 de agosto de 2011

Las huellas borradas

Hace mucho calor. El sol pega con fuerza, el aire que corre es cálido. Y encima yo no paro de ir de un sitio para otro. Amontonando ropa, revisando con la mirada todo, para saber cuantos viajes voy a tener que hacer este mes para ir recogiendo mi vida en cajas.

He empezado hoy de verdad la mudanza de la que fue nuestra casa. No fueron muchos meses, pero sí muy bonitos. Y parece mentira cuanta vida se acumula en unos meses.

Hace una semana estaba él recogiendo sus cosas (y aún le queda casi lo mismo que se llevó, que fue un coche entero). Y hoy, como decía, he comenzado yo.

De momento con la ayuda de mi hermano arreglando chapuzas, importantes siempre. Y desmontando el sillón y el escritorio, para traerlos de momento a casa de mi madre. Además ya me he traído un ordenador de sobremesa al que había dejado un poco sin uso últimamente, y al que pienso recuperar para rememorar mis días en Málaga.

Ya he llenado también una maleta entera con ropa, pero esa la traeré en otro viaje. De momento en un rato nos vamos a por ese sillón y ese escritorio. Y la casa se va vaciando. Y pierde su identidad. Y borramos nuestras huellas. Porque las huellas deben quedarse en el corazón, no en las casas.

La vida nueva empezó hace unas semanas. Hoy simplemente sigo pintando colores, buscando sueños, dibujando un nuevo futuro. Persiguiendo mi sonrisa.

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