sábado, 5 de mayo de 2012

La manta y la felicidad

Veo nubes llegar, 
quizás vuelva a llover, 
pero ahora sabemos 
qué tenemos que hacer. 
Continuar...y andar con dirección. 
Continuar...no habrá equivocación. 
Continuar...sorteando baches. 
Confía en ti, déjate ir.



Hubo un tiempo en el que era moderadamente feliz. Con momentos de inmensa felicidad. En términos generales la felicidad se hizo visitante habitual de mi casa. No puedo decir lo contrario.

Vivía donde quería vivir, con quien quería vivir, como quería vivir. Viajaba, soñaba, salía, entraba.

Mi mundo era sencillo y a la vez cada cierto tiempo presentaba algo novedoso que le daba color a la escena, si es que esta se estaba volviendo blanco y negro.

En ocasiones pienso que hice demasiado uso de la alegría, abusé de ella. Y eso no sentó bien. A un Dios, al destino, a la vida, a quien sea. Pero a alguien no le sentó bien. Y de un día para otro esa felicidad se esfumó. Y vuelvo al pasado. A antes de ser regularmente feliz. A ese pasado en el que la felicidad no venía de visita, sino que tenía que ir yo a buscarla. Debías esforzarte en buscarla, en luchar por ella, pelear a diario por una sonrisa. Y cuando la conseguías tocabas el cielo, pero solo era por unas décimas de segundo.

Hay días en los que añoro dejarme ir. Y en ese dejarme ir llegaba la felicidad. Sin esfuerzo, sin lucha, sin apretar los dientes. Llegaba. Y yo me dejaba envolver suavemente por ella. Es tan cálida, tan acogedora. Como cuando en noches frías regresas a casa, te pones el pijama y te metes debajo de la manta. Así defino yo a la felicidad. Ese pequeño instante que quieres sentir toda la vida.

Como escribía antes, ahora he vuelto al pasado, en el que paso de una euforia desmedida a un vacío inmenso.

Por eso ahora, después de ver todos los lados de la felicidad entiendo que la felicidad no son los pequeños momentos -como siempre se ha dicho y siempre había creído-.
La felicidad es la regularidad, la monotonía, los sillones compartidos, las películas acompañadas, los libros sin recuerdos, los álbumes de fotos sin dolor. La felicidad es la ausencia de todo tipo de sufrimiento. O sobre todo del sufrimiento del corazón.

No busco estar enamorada, no quiero el amor en mi vida, solo busco la felicidad basada en la ausencia de dolor. Solo quiero que un día se vaya el pellizco en el corazón. Solo quiero que la música no me atormente, sino que me haga cantar. Solo quiero leer sin sentir cada frase como propia. Solo quiero viajar. Solo quiero una manta que me dé esa calidez, esa paz, esa serenidad. La que aquel día de julio huyó de mí.

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