- “Que no, que el karma es otra cosa. Que merece la pena portarse bien en esta vida para recibir recompensas en esta misma”.
- “Pues para mí el karma es más bien eso de que si eres
bueno ahora tendrás otra vida en otro cuerpo mejor aún”.
-“Claro, y si te portas como un cabrón te conviertes en hormiga,
¿no?”
- “Justo, tú una hormiga, yo un tío forrado. Porque soy un
cacho de pan. Aprende de mí”.
Mientras corría por el paseo marítimo se acordaba Klaus de
su conversación con Kurt, una charla adolescente que tuvieron hace más de veinte
años.
“Tonterías. Patrañas.
Mamarrachadas. Estupideces. Boberías”.
Su mente se disparaba hacia los lugares más rebuscados.
Desde recuerdos del pasado a jugar con las palabras.
“Karma, calma, cama, cala, lama, laca, carca, karma, Karla”
Karla le había dejado y todo le llevaba a ella. Cada
palabra, cada recuerdo, porque sabía que en esa conversación de cuando eran
jóvenes había mucho de verdad: hubiera debido portarse bien en esta vida para
recibir recompensas en esta misma.
Y ahora estaba solo, había perdido su familia, había
desperdiciado su vida, y solo le quedaban kilos y kilos, de peso y de dinero.
Para vivir solo, sin Karla, sin karma. Sin querer vivir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario