miércoles, 26 de agosto de 2020

Xeneize

Llevaba su camiseta azul con la franja amarilla horizontal a todos lados.

Era su uniforme.

Cada día de partido se dirigía a La Bombonera, atravesando parte de Buenos Aires, para animar sin parar a su equipo.
Boca Juniors para él era mucho más que su equipo: era su familia, era su amigo, era su hermano, era su novia, era su hijo.

Quería más a su club de lo que jamás había querido a una mujer. Estaba enamorado de su historia, de sus colores, de sus cánticos, de su magia.

El fútbol quizá era lo menos importante de todo.

Ser xeneize, era su vida. No recordaba ningún día feliz sin esa camiseta puesta. Esos colores que tan bien combinaban y que le hacían, al ponerse la zamarra, sentirse como si fuera a jugar él.
Su vida no era mejor ni peor que la de muchos de sus amigos.

Bueno, justo en este momento sí era algo peor, mucho peor, que la de todos sus amigos. La navaja le había atravesado el corazón. El hincha del equipo rival fue más rápido que él en el enfrentamiento.
No, la camiseta no le iba a salvar. Más bien había sido su peor enemigo.

Pero mientras el aire se escapaba de sus pulmones, mientras exhalaba su último suspiro, él sintió que estaba en el centro de La Bombonera y todo el público le estaba dando su mejor ovación. Campeón, campeón en La Bombonera. Cerró los ojos y sonrió por última vez. 

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