La televisión de su pequeño salón estaba apagada, solo una pequeña lámpara de
pie iluminaba la estancia, acogedora. Una vela de vainilla desprendía su aroma.
Ella leía, o lo intentaba, porque no conseguía concentrarse
lo suficiente. “Aún estaba intentando digerir el mensaje de White…” Era la
tercera vez que leía la misma frase.
Cada poco tiempo miraba el móvil. Nada. Cuando el tiempo pasa lento nunca llegan
los mensajes. Miraba la hora, o no, pero desbloqueaba el móvil para hacerlo.
Volvió al libro: “el mensaje de White cuando la persona que más odiaba del mundo…”
Un tremendo resplandor iluminó la habitación. Ella cerró los
ojos. Estaba nerviosa. Cada vez la lluvia sonaba más y más fuerte, golpeando
los cristales de la casa.
Por fin de pronto la puerta sonó. Él entró empapado, sonriendo.
Ella se relajó al fin, con él, ahora sí, había llegado la tormenta perfecta.
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