jueves, 27 de agosto de 2020

Yaya

Le gustaba que sus nietos le llamaran yaya. No abuela, ni abuelita, ni otra cosa. Era la yaya. Y se llenaba de orgullo si alguno de sus pequeños se lo decía.


Abuela sonaba muy serio, como de persona más mayor, más arrugada, una anciana de las de antes.

Y ella, que ya tenía los 70 más que vividos aún se sentía muy joven, y quería que ese espíritu le acompañara siempre.

La yaya cocinaba, no muy bien, porque nunca le gustó, pero sí todo lo que sus nietos le pedían. Les recogía del colegio, incluso dejando de ir a sus clases de repostería en el Centro de Mayores. Se quedaba con ellos en casa cuando alguno caía enfermo, aun sabiendo que ella podía enfermar también.

Y ahora de repente había llegado el virus ese extraño del que todo el mundo hablaba, y le obligaban a quedarse sola en casa, sin más compañía que la de sus recuerdos.

No podía ver ni abrazar a sus hijos, ni tampoco a sus nietos. Y ahora su nombre de “yaya” era solo una forma de hablar, no de ejercer.

Se sentía más sola que nunca, triste, vacía. El tiempo parecía no avanzar, pero mientras tanto paradójicamente le robaba horas, días, semanas de vida.

La pantalla del móvil se iluminó. Empezó a sonar, vibrando a la vez. Aparecía de fondo la cara de su hija mayor, la foto que tenía puesta para reconocer su llamada enseguida. Pero ponía algo de videollamada. “A ver qué quiere ahora”, pensó la yaya.

Dio al botón verde y ante sus ojos aparecieron sus nietos, felices y sonrientes.

“¡Yaya, yaya! Qué guapa estás. Te echamos de menos, te queremos mucho”.

La yaya, que volvía a sentirse joven y contenta, apenas hablaba, solo miraba el móvil, con lágrimas de felicidad, y veía esas caras infantiles que se peleaban por hablar con ella. Y en ese momento, olvidó todo el sufrimiento de los últimos tiempos y se dejó llevar por la alegría, por la suerte de tener la familia que tenía y de seguir viva en unos tiempos tan convulsos.

“Yaya, cuando te vea vamos a darnos muchos besos”.

“Ojalá”, pensó ella. “Ojalá lleguen los besos pronto y volvamos a vivir. Sin miedo”.

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