Cada 15 de mayo podría ir a la pradera, a celebrar el día del Santo.
En la verbena, entre chotis y chulapas, entre parpusas,
entresijos y bocatas de calamares, podría evocar su recuerdo. Entre tontas y
locas, entre niños que empiezan y mayores que se despiden.
San Isidro es cada día, el día de su padre, el día de su
referente, el día del patrón - no de su ciudad- sino del barco de su vida.
Una ausencia que le llena a diario, que le enseña con su
recuerdo y le acompaña con su vacío.
Los que ya no están son, en ocasiones, quienes más cerca
están.
Un día más sale a la calle. A pasear de su mano, pero sin
él. A recordar su perfume, pero sin saber qué colonia llevaba. A intentar
rememorar su voz…
A celebrar cada día San Isidro, con el recuerdo de quien
fue, es y será su as de guía en la vida.
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